28/03/2024

opinion

¿Quiénes estamos siendo?

Hablemos de esa palabra tan buscada, "conciencia", la que metafóricamente representa Hanus en el film "Spaceman", con la forma de una de las primeras criaturas de la especie animal, llamativa metáfora.

Por
María del Pilar Carabús, Abogada, Comunicadora y Escritora, MBA

Soledades autoinfligidas, capitalismo verde militar digital. Decía Einstein: "¿No sé cómo será la tercera guerra mundial?, pero sí la cuarta: con arcos y flechas..."

Hablemos de esa palabra tan buscada, "conciencia", la que metafóricamente representa Hanus en el film "Spaceman", con la forma de una de las primeras criaturas de la especie animal, llamativa metáfora. Significante, que viene a despertar esta otra especie, la nuestra, denominada humana, alienada a primera vista, o mejor dicho, alienada por la poca gestión emocional de nuestro propio devenir.

En esta historia, su personaje principal, Jacub, no puede dejar de huir de cualquier bienestar, vínculo, o relación amorosa transformadora, huye al espacio con su esnob soledad autoinfligida, sin poder registrar incluso la muerte de uno de sus hijos, o el dolor de su mujer.

Sus misiones en el espacio lo mantienen alejado de cualquier conexión verdadera con lo real.

El imaginario social de Michel Maffesoli se va contaminando hasta convertirse en un arma letal, la falta de registro de estos seres sensibles que somos, la despersonalización usada en esta nueva sociedad, pone en evidencia el excelente trabajo del aparato reinante, cuya forma de cápsula encorsetada, es digna de un manual que evidencia sólo trampas.

Quizá no conviene tener el conocimiento de las razones actuales de estas numerosas guerras que se arman con la facilidad de un videojuego, dicen que equilibrar la balanza fiscal de las grandes potencias es el leitmotiv, pagan generalmente ese armamento otros países.

La masacre como negocio se muestra cómo la serie más vista, al punto de naturalizar los fenómenos de destrucción, que paradójicamente para otros son de salvación. Vaya ardid.

Alejandro Magno conquistó Persia en honor a lo que su maestro Aristóteles le enseñó de ella, por su férrea admiración a la más grande civilización del conocimiento de la época, territorio destacado por una riqueza cultural, espiritual ejemplificadora.

De fondo las Pitonisas griegas guiándolo con su sabiduría como signo de estatus, esas mujeres que todo lo sabían y lo veían. El conocimiento siempre presente como camino de los seres sensibles que somos.

¿Somos, fuimos, queremos seguir siendo, o caímos rendidos a los albores adictivos de la despersonalización reinante?

¿Realmente hoy nos interesa generar empatía como una cualidad permanente?

Alejandría fue construida por ese "ímpetu de amor al conocimiento", del que también nos habla el gran sociólogo Maffesoli como fuerza vital de nuestro imaginario social.

Decía Jean Cocteau en el fragmento Caminar por la playa...

Mi casa se estaba quemando y sólo podía salvar una cosa.

Decidí salvar el fuego.

No tengo dónde vivir pero el fuego vive en mí.

Y me defiende discretamente de todo lo impuro.

Mi futuro ya no es importante.

Sólo cuenta la intensidad del instante...

En tiempos de pseudos libertades las alarmas no se difunden como deben, el "Síndrome Dunning Kruger", sesgo cognitivo por el cuál las personas con baja habilidad en una tarea sobreestiman su habilidad, invadió el espectro mediático, hoy cualquier ser humano vende falsos conocimientos, cree saber más de lo que sabe.

Vayamos más profundo, a la maravillosa denominación del capitalismo como religión de Walter Benjamin, religión que se practica periódicamente a diferencia del cristianismo, cuyo dios dinero la rige, una conciencia de culpa que no sabe liberarse, donde hay una satisfacción en las preocupaciones que nos mantiene en alerta, la deuda eterna de tener que producir dinero para subsistir, culto culpabilizador universal. La religión del capitalismo ya no es como la vieja religión de la reforma del ser, sino su destrucción. Quién no produce queda excluido de este mundo.

Nietzsche hablaba del binomio culpa-deuda, y nombraba al capitalismo como el parásito del cristianismo.


Destaquemos que la burguesía de hoy considera a sus miembros improductivos, por ello ha creado una estrategia cultural de falsa innovación corporativa, donde todos deben estar en movimiento, innovando incluso sin tener horizonte, como miopes, o mejor dicho como ciegos.

El capitalismo se adueñó de los imaginarios sociales, usa a la ciencia como coartada incluso si esta carece de toda ética, moral o perspectiva.

Se nos acaban hoy los símbolos que nos sostenían, por eso Maffesoli rechaza el culto al dato (positivismo) y cualquier corriente cientifista. La ciencia difícilmente puede develar las ecuaciones reales de la vida, otro concepto Niezscheano.

Ya hablaba Ortega y Gasset sobre la razón vital en su libro "Elogio de la razón sensible", repito sensible, de los sentidos. Dejar hablar al objeto social, a nosotros, desprenderse del arsenal que traen las instituciones a modo de prejuicio con la ciencia, se convierte en nuestra tarea secreta, puertas adentro.

Creer en el conocimiento como ejercicio y establecer perspectivas, horizontes, rescatar lo invariante en lo variante, lo nuevo en lo viejo. Lo atemporal en lo temporal.

Sí el capitalismo se adueñó de los símbolos, deberemos rescatarlos para generar esas singularidades cotidianas de las que empezó a hablar Simmel con su sociología de los cotidiano, esos signos que no son alcanzados por el control organizador de las instituciones.

La sociología de la comprensión nos plantea construir a través de la "alteridad", etimología del griego alter: otro - dad: cualidad. Descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses del otro.

Cómo así también en otro concepto, el del Neotribalismo, esa pulsión a unirse con otros, una sociedad de formas vinculantes siempre en función de afinidades, no de diferencias.

Alejarse de la planificación racional que anula la voluntad de nuestra potencia de vida creadora, rescatar ese ser sensible que supimos ostentar. La conciencia es lo que no podemos suspender, nuestra fuerza vital.

Somos un diálogo abierto para ser construido en una atmósfera sensible a ser tocada y transformada.

Encontrar permanencia en esta realidad pasajera, rescatar lo espontáneo para seguir edificando realidad.

Volver a creer en economías sin fines de lucro.

Hanus le preguntó a Jacub: ¿por qué temerle a la verdad?, se acercó a él no sólo para guiarlo en un camino de conexión con su tribu y su propia existencia, sino por ese sentimiento analógico de soledad trás haber perdido a su familia también. Con las pocas fuerzas que le quedaban, lo escoltó hacia la Nube Chopra, ese rincón de la galaxia donde todo nace, el principio (nuestro origen). Tras un desgarrador abrazo, se desintegró enfrente de él comido por gusanos.

¿Qué estamos esperando para ir siendo nuevamente ese milagroso ser sensible que nos da el nombre de humanos?


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