18/09/2024
Por
Matías Frati
La hoja de ruta está marcada. Seguirán reduciéndose los agregados monetarios. Buscarán que la inflación baje a menos del 20% en 2025. Las señales que dieron desde el Gobierno en los últimos días generaron buenas expectativas en los mercados globales. Falta que la gente pueda empezar a sentir que el esfuerzo realizado no fue en vano, y que hay un margen de posibilidades para la mejora real y sustancial de la economía.
El presupuesto 2025 tuvo una presentación extraña. Por un lado, un discurso presidencial que dejó poco desde lo técnico y mucho ruido en lo político. Raro lo primero, ya que el Presidente Javier Milei siempre fue un especialista en comunicar las cuestiones técnicas como ninguno. Sin embargo, ante el Congreso, quedó en claro que lo importante era dar señales. Y que esas señales fueran decodificadas por los actores fundamentales de la economía y los mercados.
Al otro día de que Milei chicaneara a la oposición, diera algunos trazos del camino elegido por el equipo de gestión para bajar el gasto y asegurara que no habría más déficit, el riesgo país se desplomó por debajo de los 1.300 puntos básicos. Quizás este dato no sea el más esperado por el lector en general, pero muestra con elocuencia que la diatriba presidencial estaba orientada a impactar fuertemente en los formadores de opinión.
También ayudó que, 24 horas más tarde, trascendiera que el Gobierno ya había comprado los dólares necesarios para afrontar los compromisos de deuda que se avecinan para enero del año entrante. Esa fue la otra pata de una mesa que buscaba afirmarse con solidez en el entramado político externo, fundamentalmente para recobrar confianza y empezar a gestar una vía de solución a la falta de crédito que tenía la Argentina hasta hace poco tiempo.
Marcado optimismo
Quienes tienen sus fichas apostadas al éxito de la gestión nacional no dudan en asegurar que la inflación del año próximo será decididamente baja. Entre las predicciones del Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del Banco Central de la República Argentina que pronostican un 38% del IPC hasta la visión del Gobierno, que lo ubica en el 18% según lo proyectado en el Presupuesto, hay una brecha muy grande.
Claro que está lejos, muy lejos, del 300% interanual que hubo en los primeros tiempos en que Milei asumió el mandato, por herencia de la presidencia de Alberto Fernández y la conducción ministerial de Sergio Massa en la cartera de Economía.
La premisa oficialista para sostener el 18% está dada en la reacción tardía de la economía a las políticas contra cíclicas. Y explican que una vez que se deja de emitir dinero y se quita circulante, enfriando la economía, los efectos pueden llegar a reflejarse en caída de inflación recién hasta en 18 meses después de las medidas. Y eso es lo que viene haciendo el Gobierno desde que asumió: congelar la emisión monetaria, quitar instrumentos físicos de la calle y enfriar el mercado de consumo interno, a costa de un fuerte sacrificio de los sectores bajos y medios de la sociedad.
Señales que ilusionan
Parece una pequeña dosis de oxígeno en tanto aire viciado de malos tratos desde la política hacia la gente. Pero que el presidente haya convocado a un asado, a los diputados con los que acordó temas de gestión, y entre todos hayan pagado el costo de la comida, no es un dato más.
Es lo simbólico lo que empieza a importar. La política, caracterizada como "la rosca", fue ejecutada por personas que no tuvieron reparos en "enrostrarle" a la sociedad que había llegado hasta determinados niveles de la pirámide del poder y que, desde ahí, podía ejecutarlo como quisieran. De hecho, hubo mandatarios que en su discurso inicial dijeron con claridad "vengo a tomar posesión" del cargo. Toda una definición de quien asumía el lugar de mayor honra al que pudiera aspirar un ciudadano en el ejercicio de sus derechos.
Volviendo al desembolso de los 20.000 pesos por cabeza que tuvieron que pagar los legisladores que fueron a reunirse a Olivos con Javier Milei, lo importante del hecho no es la plata, sino que hay un cambio de mensaje que se ajusta y se calibra, todo el tiempo, a los modales correctos que nunca debieron haberse dejado de utilizar.
Algunos podrían decir que son exagerados y que un asado es un dato menor en la multimillonaria plataforma de gastos que tiene el Estado. Y es verdad. Pero también es cierto que por algo hay que empezar. Y si se ajusta a los jubilados, a los sectores medios y bajos a través de la quita de subsidios, y a las empresas con los costos impositivos, pues entonces es sumamente justo -y tal vez escaso- que los diputados paguen el morfi. Porque, al fin y al cabo. De carne somos.
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