15/11/2024

Deportes

Una charla íntima con Diego Schwartzman: la soledad, las apuestas, la doble vida del tenista y la relación con los 'monstruos'

En el éxito o en la derrota, ahí está él. Es sobre quien se posan los flashes cuando levanta un trofeo, pero también el que queda a oscuras en la parte baja de esa rueda que es la vida de un deportista. ¿O acaso alguien repara, por ejemplo, en quienes trabajan con Nick Kyrgios cada vez que al australiano se le suelta la cadena?

Una charla íntima con Diego Schwartzman: la soledad, las apuestas, la doble vida del tenista y la relación con los

Él ni siquiera tiene un auto al que achacarle una falla o un caballo cuyas virtudes se puedan ensalzar junto a las suyas. Diego Schwartzman, que acaba de ser finalista en Viena, se sentó hace unos días en el Racket Club y en la charla con Clarín quedó en claro que es parte de esa raza que está casi siempre sola: la del tenista.

-El deportista de conjunto representa a un equipo, que por lo general tiene seguidores. Vos, al margen de que el argentino te sigue, no le 'rendís cuentas' a nadie. En este país, ¿eso ayuda a disfrutar un poco más?

-Sí. Se siente un poco menos la crítica. Y también el halago, que para mí debe ir más o menos a la misma altura. Igualmente, a veces es cruel, eh. Hay mucha falta de respeto más allá de la crítica y eso es lo que realmente duele. El deportista tiene claro cuándo lo hace bien y cuándo lo hace mal, como cualquier persona en su trabajo. Pero cuando se pasa a la falta de respeto, te dicen que no entrenás, que esto o lo otro... Son cosas que la gente no ve y molesta un poco más. Pero es parte del país y también del mundo del deporte.

-¿De dónde vienen más esas críticas? ¿Tiene que ver con las redes sociales?

-No sólo de las redes. En el tenis no es tanto como en el fútbol, pero la polémica y hablar mal venden, y eso afecta mucho a los deportistas, aunque mucha gente no se dé cuenta. De chiquitos nos vamos acostumbrando a eso y es una mala costumbre. En las redes también pasa: mucha gente que no te conoce te habla, te critica, te halaga sin saber en ningún caso qué hay detrás.

-¿Cómo hacés con las redes? Porque al final de cuentas sos una persona común y corriente y querrás revisarlas, subir algo, leer...

-Mirá, en el tenis está muy vivo el tema de las apuestas y tanto cuando ganás como cuando perdés, recibís insultos. Es duro. Me gustan mucho las redes, las leo, me informo, trato de aprender y divertirme, también usarlas para mostrar otra parte de nuestra vida, me entretienen... Así que lo que trato de hacer es no prestarle atención a nada que no sea eso.

? -Para ser tenista, ¿es indispensable llevarte bien con la soledad?

-Sí, nos tenemos que llevar bien con eso. De hecho, si no lo somos tanto, nos vamos volviendo unos animales un poco solitarios. Me pasa muchas veces cuando vuelvo acá y tengo muchos compromisos al mismo tiempo (de hecho, esta entrevista se hizo en el marco de la renovación con la aseguradora Orbis como su patrocinador). Tengo ganas de ver a mis amigos, a mi familia, de hacer un montón de cosas y no llego a hacer todo. Y de repente necesito un día entero de no ver a nadie y estar encerrado. Son muchas horas en una habitación de hotel, solo, desde muy chiquito. Entonces te vas acostumbrando un poco a eso.

-Te va bien y gracias a eso podés vivir en una situación bastante distinta a la del argentino promedio. ¿Qué te ayuda a bajar a la tierra?

-Uno vive la incertidumbre que tiene el país, porque todo cuesta el doble, más en un deporte que se juega casi todo fuera de Argentina. Yo disfruto mucho ser argentino, amo a mi país, trato de tirarlo siempre para arriba y ojalá se puedan tener un poco menos de estos vaivenes, porque le va a hacer muy bien al día a día de la gente y también al deporte. A mí me ayuda mucho no perder nunca el contacto con mi gente, con mi familia y amigos. Eso es lo que más valoro.

-Hablaste hace poco de los esfuerzos económicos de tus papás en tu infancia. Cuando te acercaste al profesionalismo, ¿lo hiciste pensando también en devolverles algo?

-Sí... Creo que valorás todo mucho más cuando las cosas son difíciles desde chico, pero no te faltan educación ni valores. Cuando vas creciendo, lo vas sosteniendo y así ayudás mucho más cuando empezás a tener la primera ganancia deportiva. Cuando fui creciendo, traté de ayudar y valorar mucho más lo que había hecho mi familia y un montón de gente que tuve alrededor cuando era chico y que me permitió estar donde estoy hoy. Sólo me queda agradecer, porque prácticamente no me hicieron sentir esos momentos complicados y me dejaron competir muy sano de la cabeza sin darme cuenta de un montón de cosas.

Casi todos los seres humanos forman parte de diversos grupos sociales. Las amistades del barrio, las del colegio, las del trabajo, las del club... En la mayoría de esos casos, nadie encuentra problemas, por ejemplo, cuando festeja un cumpleaños. A Schwartzman, sin embargo, se le complicaría juntar a sus amigos del circuito con los de toda la vida.

-¿Lleva una especie de doble vida el tenista, en ese sentido?

-Hay un poco de eso, sí. Yo soy muy distinto a lo que quizás soy acá con mis amigos o en el día a día de Buenos Aires. Es otra concentración, otro esquema de vida. Es muy distinto y con mucha razón, porque los dos formatos no tienen nada que ver. En los torneos uno está mucho más en la concentración, en el enfoque, en entrenar y darle el 100 por ciento a eso y nada más. Y acá, cuando estás 10 días cada tres meses, como puede pasarme, tratás de entrenar bien temprano para disfrutar del día, tu casa y tus afectos, que al cabo son lo que te da la energía mental para después seguir al cien por ciento en el circuito.

-¿En qué momentos se baja del pedestal a los ídolos y se los trata como pares fuera de la cancha?

-Cuando los empezás a conocer, con el tiempo. Entrenando, compitiendo, compartiendo otro tipo de circunstancias. Ahí te das cuenta de que son iguales a nosotros, que les gusta ver un partido de fútbol, que les gusta comer esto o aquello, que tienen algún hobbie... Pasa que cuando entran a la cancha, sí son distintos y se nota. Y por ahí, pese a que los habías bajado del pedestal, quizás dentro de la cancha los volvés a subir. Afuera son simples, normales, humildes y eso también te hace valorarlos mucho más. Yo soy muy extrovertido, entonces no tengo drama, les hago bromas. A partir de ahí comienza a crecer la relación personal, jodés, compartís un almuerzo, un café y es muy lindo poderlos escuchar.

Un ping pong con el Peque

-¿Qué cosas de la vida cotidiana te gustaría hacer?

-Jugar al fútbol, esquiar en la nieve, andar a caballo como el otro día, que quería aprender pero me decían que no porque tenían miedo de que me cayera... Un montón de cosas. ¡Comer mal en muchas ocasiones! Me encantaría comer muy mal. Eso es de lo más complicado, pero hay que asumirlo.

-¿Para qué cosas reconocés ser 'malo'?

-Uff... Muchas cosas. Soy muy impuntual. De hecho, me gusta llegar tarde a todo lo que hago. Es como que me programo para llegar 10 minutos tarde. Soy muy malo saludando a familia y amigos para los cumpleaños. Con la cocina me llevo bien, con los deportes también. ¿Para qué otras cosas puedo ser malo? Manejar creo que manejo bastan... Bien (se corrige).

-¿Qué te dio el tenis que no te imaginabas nunca?

-La relación con los monstruos que veía por tele. Cambia muchísimo poder ser amigo, entre comillas, de ellos. También poder darme un montón de lujos gracias al tenis, que claramente cuando era chico no los tenía y los valoro mucho más.

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