19/12/2024
Por
Melina Schweizer
La reciente derogación de la Ley 26.160, firmada por el presidente Javier Milei, marca un nuevo capítulo en el largo proceso de despojo territorial que enfrentan los pueblos originarios en Argentina. Esta ley, que suspendía los desalojos de las comunidades indígenas hasta completar un relevamiento territorial, representaba la única barrera legal que protegía los derechos ancestrales de estos pueblos. Su eliminación no solo implica un despojo directo de las tierras indígenas, sino también la apertura de una puerta a los intereses económicos de grandes corporaciones nacionales e internacionales.
Desde los primeros días de la colonización, los pueblos originarios han sido víctimas de despojos, violencia y políticas de invisibilización que han marcado su historia de manera indeleble. A lo largo de los siglos, estos pueblos, guardianes ancestrales de las tierras que habitan desde tiempos inmemoriales, han enfrentado el maltrato sistemático y la discriminación de los distintos estamentos del Estado y los gobiernos. Desde la llegada de los conquistadores europeos, quienes no solo les arrebataron sus territorios sino que también intentaron exterminar sus culturas, hasta los gobiernos nacionales que, lejos de reconocerles sus derechos, han promovido políticas de despojo y marginación. Las tierras ancestrales fueron entregadas a grandes terratenientes, las lenguas originarias fueron relegadas al olvido, y las costumbres y rituales fueron perseguidos y criminalizados. Sin embargo, los pueblos originarios han resistido durante generaciones, manteniendo viva su memoria, su identidad y su vínculo profundo con la tierra. Hoy, en una nueva etapa de la historia de Argentina, el futuro de estos pueblos se ve amenazado una vez más, esta vez por la derogación de la Ley 26.160, que desde 2006 protegía a las comunidades indígenas de los desalojos forzosos.
El gobierno de Javier Milei, en su afán por implementar un modelo económico ultraliberal, ha dejado clara su intención de desmantelar este pilar fundamental de la justicia territorial. En su discurso, la ley ha sido tildada de obstáculo para el desarrollo económico y de carga innecesaria. Pero detrás de estas palabras se esconde una realidad más cruda: la de un país que, a lo largo de la historia, ha despojado progresivamente a sus pueblos originarios de lo único que tienen: la tierra. Al esta ley ser derogada, se abre la puerta a un despojo aún mayor, un golpe devastador para comunidades que ya han sido desplazadas, olvidadas y cuyos sufrimientos han sido sistemáticamente ignorados.
En un contexto ya de por sí adverso, el gobierno también planea eliminar el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), el cual ha jugado un papel fundamental en la implementación de políticas públicas orientadas al desarrollo comunitario, sanitario, educativo, y a la protección del acceso a la tierra y la preservación de las identidades culturales indígenas. En 2023, el INAI gastó 1907 millones de pesos, pero sus funciones pasarán ahora al Ministerio de Justicia, una medida que refuerza el desmantelamiento de las estructuras que apoyan a los pueblos originarios.
¿Quiénes se Benefician?
Según el artículo publicado por la agencia de noticias Tierra Viva, titulado "Javier Milei y su guerra contra los de abajo", el 13 de diciembre de 2024, el principal beneficiario de esta derogación son las grandes empresas extractivistas, agroindustriales y fondos de inversión que buscan acceder a vastos territorios ricos en recursos naturales. Entre los sectores más favorecidos se encuentran:
El Problema de Fondo
La Ley 26.160 fue diseñada como un freno a los intereses privados y estatales que pretendían apropiarse de las tierras que las comunidades indígenas ocupan desde tiempos inmemoriales. En este contexto, la eliminación de esta ley significa una agresión directa a los derechos territoriales, tan esenciales para la supervivencia cultural de los pueblos originarios. Según Amnistía Internacional, la protección de los derechos territoriales no es solo una cuestión moral, sino un compromiso internacional de derechos humanos, la derogación de esta ley no solo representa un retroceso a nivel nacional, sino también una violación de los compromisos internacionales asumidos por Argentina.
El argumento del gobierno es que las tierras ocupadas por estas comunidades generan "inseguridad jurídica" y obstaculizan el desarrollo económico del país. Sin embargo, esta medida tiene un objetivo claro: facilitar el acceso de corporaciones a los territorios indígenas para explotar sus recursos naturales, sin considerar el costo social y cultural para las comunidades originarias.
Este acto viola compromisos internacionales, como el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, que reconocen el derecho de los pueblos indígenas a sus territorios y recursos. Además, agrava la deuda histórica del Estado argentino con las comunidades indígenas, que desde la conformación del país han sufrido desplazamientos y marginalización sistemática.
Consecuencias Socioeconómicas y Ambientales
La derogación de la ley traerá consigo varias consecuencias graves para las comunidades indígenas, la sociedad en general y el medio ambiente:
Este ataque contra los derechos indígenas no es un hecho aislado, sino parte de un patrón más amplio de desmantelamiento de derechos fundamentales bajo el gobierno de Milei. En su administración, al menos doce derechos fundamentales han sido perdidos o debilitados, afectando a sectores vulnerables que ven cómo el Estado, lejos de ser garante de sus derechos, se convierte en un actor que socava su bienestar. Estos son algunos de los derechos que han sido debilitados o eliminados en los últimos meses:
Un Retroceso en Derechos Humanos
Esta derogación refleja una agenda política que prioriza los intereses económicos de unos pocos sobre los derechos humanos y ambientales de las mayorías. Como lo ha destacado la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en casos como "Comunidad Lhaka Honhat vs. Argentina", los derechos territoriales de los pueblos indígenas son fundamentales para su supervivencia cultural y deben prevalecer frente a los intereses privados.
La derogación de la Ley 26.160 no solo es una cuestión de tierras; es un reflejo de un modelo de país que sacrifica la justicia social, la equidad y la sostenibilidad para beneficiar a grandes capitales. Las comunidades indígenas, que han resistido durante siglos a la colonización y el despojo, vuelven a estar en la primera línea de una lucha por la tierra, la dignidad y el futuro de sus generaciones.
Amnistía Internacional advierte con firmeza que "los derechos humanos no son una concesión del Estado, sino un compromiso ineludible con la dignidad humana". Y es esta dignidad la que se encuentra en juego en este momento. Las comunidades indígenas, que han sido los custodios de la tierra mucho antes de la conformación del Estado argentino, están siendo despojadas una vez más de sus derechos, en un proceso que amenaza con borrar su existencia misma. La lucha por la justicia y la igualdad, por la memoria y la cultura, no es una lucha abstracta. Es una lucha por la vida.
Frente a este escenario, la resistencia no es una opción, sino una necesidad urgente. Las comunidades indígenas, los académicos, las organizaciones sociales y la sociedad en general deben alzar sus voces contra un modelo que despoja, explota y olvida. Como bien señala Amnistía Internacional, los derechos territoriales son un pilar fundamental del derecho internacional de los derechos humanos, y su protección no solo es un acto de justicia, sino una obligación moral.
Es hora de reafirmar el compromiso con los derechos universales, de proteger a aquellos que han sido invisibilizados durante siglos, y de recordar que, sin la memoria de los pueblos originarios, nuestra identidad nacional queda incompleta. Este es un momento crucial en la historia de Argentina. El futuro de los pueblos originarios, y el respeto a su dignidad, dependen de las decisiones que tomemos hoy. La lucha por la justicia, por la memoria y por la tierra es también la lucha por un futuro más justo para todos.
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