14/02/2025
Por
Melina Schweizer
¿El fin del trabajo?. Más de 12 millones de empleos desaparecerán en América Latina por la automatización. Mientras la Renta Básica Universal se presenta como una utopía salvadora, el modelo chino de control social advierte sobre un futuro de vigilancia y dependencia estatal. ¿Estamos preparados para lo que viene?.
La inteligencia artificial avanza,
impasible, como un río que nadie sabe si traerá prosperidad o riadas. En
América Latina, donde la desigualdad es una vieja costumbre y la informalidad
una forma de supervivencia, la automatización no es solo una cuestión de
eficiencia: es una amenaza, un dilema, una grieta que se ensancha. La Cuarta
Revolución Industrial promete modernidad, pero deja en el aire preguntas
incómodas. ¿Quién se beneficiará realmente?. ¿Cuántos quedarán al margen?.
La historia ha contado esto antes:
cada salto tecnológico desplaza a unos, eleva a otros, y deja a la mayoría
esperando. Ahora, la IA reemplaza manos en fábricas, voces en oficinas,
cálculos en despachos. Al mismo tiempo, exige conocimientos que no todos pueden
costear, habilidades que no se aprenden en cualquier aula. La brecha entre los
que entienden el código y los que solo ven la pantalla crece sin freno.
Europa regula. América Latina
observa, reacciona tarde, improvisa. Aquí, la tecnología no es solo una
herramienta, sino una forma de poder. ¿Quién diseña el futuro?. ¿Quién lo
programa?. Sin políticas que lo encaucen, el progreso no es más que un tren que
deja en la estación a los de siempre. La IA podría ser la llave de un
desarrollo más justo, o la lápida que selle un destino de exclusión aún más
feroz. Todo depende de quién tome el control, de si los gobiernos despiertan
antes de que sea demasiado tarde.
La historia del trabajo en América
Latina ha estado marcada por profundas transformaciones tecnológicas que, si
bien impulsaron la productividad, también desplazaron a miles de trabajadores.
Desde la mecanización agrícola hasta la automatización industrial, cada avance
ha afectado desproporcionadamente a los sectores más vulnerables, sin que las
políticas públicas lograran mitigar sus efectos.
En Argentina, la introducción de
maquinaria agrícola en el siglo XX dejó a numerosos trabajadores rurales sin
empleo, generando migraciones hacia las grandes ciudades y fomentando el
crecimiento de asentamientos informales. De manera similar, la automatización
en el sector automotriz de São Paulo, Brasil, redujo drásticamente la demanda
de mano de obra no calificada, afectando a miles de familias trabajadoras. En
Chile, la adopción de tecnología avanzada en la minería mejoró la eficiencia,
pero consolidó un modelo extractivista dependiente de tecnología extranjera y
con menor generación de empleo local.
A diferencia de otras regiones que
vincularon la innovación tecnológica con políticas de reconversión laboral,
América Latina quedó rezagada. Mientras los trabajadores mejor preparados
lograron adaptarse, las poblaciones rurales, indígenas y afrodescendientes
enfrentaron mayores dificultades, reproduciendo las desigualdades
estructurales.
¿Cómo
impactará la IA en este escenario?
La
inteligencia artificial podría desencadenar una transformación aún más profunda
y rápida que las anteriores, automatizando no solo tareas repetitivas, sino
también trabajos intelectuales y creativos. Sectores como el comercio, el
transporte y la manufactura están en riesgo de sufrir una disrupción masiva,
afectando especialmente a los trabajadores menos calificados. Sin políticas de
formación continua y reconversión laboral, la región podría volver a repetir
los patrones históricos de exclusión y precarización.
La inteligencia artificial (IA) y la
automatización están redibujando el mercado laboral a un ritmo sin precedentes.
Lo que antes se consideraba ciencia ficción se ha convertido en una realidad
irreversible: las máquinas no solo ejecutan tareas repetitivas, sino que ahora
toman decisiones, optimizan procesos y desplazan a trabajadores en sectores
clave. En América Latina, donde la informalidad laboral y la precarización
siguen siendo desafíos estructurales, esta transformación tecnológica
representa una amenaza sin un plan de adaptación claro.
El reemplazo silencioso: Empresas que apuestan por la IA
sobre las personas
Ejemplos concretos evidencian que la
automatización ya no es un fenómeno del futuro, sino una realidad tangible con
un costo social evidente. Amazon, el
gigante del comercio electrónico, despidió recientemente a más de 18.000 empleados, sustituyendo muchas
de sus funciones por una flota de 750.000
robots logísticos. La empresa justificó su decisión en la "inestabilidad de
la economía" y en la necesidad de optimizar
costos para mantenerse competitiva en un mercado digital cada vez más
exigente. Aunque Amazon ha prometido programas de reentrenamiento y reubicación
para sus empleados, la magnitud del despido masivo sugiere que la
automatización está imponiéndose como la opción más rentable, desplazando a
miles de trabajadores sin la garantía de reinserción laboral efectiva.
Dukaan, una plataforma especializada en la
creación de sitios web de comercio electrónico, llevó la automatización un paso
más allá al reemplazar al 90% de su
equipo de soporte humano con un
chatbot llamado Lina. La IA no solo redujo
los tiempos de respuesta de 1 minuto 44 segundos a "instantáneo", sino que también
acortó la resolución de problemas de más
de dos horas a apenas tres minutos. Además, la empresa logró una reducción del 85% en sus costos de soporte,
un incentivo irresistible para otras compañías que buscan aumentar su
rentabilidad. Ahora, la misma compañía que eliminó sus propios empleos busca
comercializar el chatbot a otras empresas, expandiendo aún más el reemplazo de
trabajadores por algoritmos.
Otro ejemplo es Mercado Libre, cuya estrategia de automatización avanza con
rapidez. Su fundador, Marcos Galperín,
anunció la incorporación de los primeros 100
robots autónomos en su sede de Brasil, diseñados para trasladar paquetes y
agilizar la logística interna. Estos dispositivos permiten la preparación de
hasta 20.000 pedidos por día,
reduciendo la necesidad de intervención humana y disminuyendo el impacto físico
del trabajo sobre los empleados. Aunque desde la empresa destacan que la
automatización optimiza los tiempos y mejora la eficiencia, la incorporación de
robots autónomos en áreas logísticas refuerza la tendencia hacia la sustitución progresiva de mano de obra
en favor de sistemas tecnológicos.
Los
sectores más golpeados por la automatización
No todas las profesiones enfrentan
el mismo riesgo. Según el informe Inteligencia
Artificial y el Futuro del Mercado Laboral (2024), los sectores más
vulnerables incluyen:
?
Transporte y logística: La llegada de vehículos autónomos y
la optimización de almacenes mediante inteligencia artificial están dejando a millones de camioneros, repartidores y
operarios de almacén en una situación crítica.
?
Atención al cliente: Chatbots y asistentes virtuales han
reemplazado agentes humanos en
centros de llamadas y plataformas de servicio, reduciendo costos pero
eliminando empleos de bajo requisito educativo que servían como primer acceso
al mercado laboral.
?
Manufactura: Los robots industriales han tomado
el control de tareas repetitivas, disminuyendo la necesidad de trabajadores en
fábricas y líneas de ensamblaje.
? Administración contable: Software de análisis de datos y
automatización de procesos contables están haciendo que muchas funciones sean
prescindibles, afectando especialmente a profesionales de nivel medio en
despachos de contabilidad.
El impacto es claro: la Organización Internacional del Trabajo
(OIT, 2024) estima que más de 12
millones de empleos desaparecerán en América Latina en la próxima década
debido a la automatización. En Argentina,
el 54% del empleo formal del sector
privado está en riesgo de automatización, afectando a más de 3 millones de trabajadores. En Brasil, la sustitución de mano de obra por automatización en el
sector automotriz y el comercio electrónico podría eliminar al menos 2.5 millones de empleos en los próximos
cinco años. En México y Chile,
la digitalización de sectores como la atención al cliente y la logística prevé
una reducción del 30% al 40% de los
puestos de trabajo tradicionales en la próxima década.
La
paradoja de la IA: Desempleo masivo vs. nuevas oportunidades laborales
Si bien el avance de la automatización
está suprimiendo empleos tradicionales, también está generando nuevas
oportunidades en áreas altamente especializadas. Los sectores con mayor
crecimiento incluyen:
? Ciberseguridad: La creciente amenaza de ataques informáticos ha disparado
la demanda de expertos en seguridad digital.
? Análisis de datos: La capacidad de interpretar y extraer valor de la
información se ha convertido en una habilidad clave en el mundo digital.
? Gestión de IA y automatización: Las empresas requieren
especialistas que puedan integrar, mantener y mejorar sistemas automatizados.
?
Diseño de experiencias digitales: Con la expansión del comercio
electrónico y el mundo digital, los profesionales capaces de optimizar la
interacción entre humanos y tecnología están en alta demanda.
Sin embargo, el problema no es solo qué nuevos empleos se crean, sino quién podrá acceder a ellos. Las brechas educativas y tecnológicas en
América Latina impiden que muchas personas puedan reconvertirse laboralmente a
tiempo, lo que genera una nueva segmentación
del mercado laboral: aquellos que tienen acceso a la formación tecnológica
y pueden adaptarse, y aquellos que quedan relegados a la obsolescencia laboral.
El dilema:
¿Progreso o crisis?
La automatización es un hecho
inevitable, pero sus consecuencias dependen de cómo se gestione la transición.
En países con estrategias de reconversión laboral, formación tecnológica y
políticas de protección para trabajadores desplazados, la IA puede representar
un salto evolutivo en la productividad.
Sin embargo, en sociedades sin planificación adecuada, la inteligencia
artificial puede convertirse en el desencadenante
de una crisis social sin precedentes.
Mientras las empresas apuestan por
la eficiencia y la reducción de costos, la pregunta sigue abierta: ¿Se puede garantizar una transición justa,
o estamos condenados a un futuro donde la mayoría de los trabajadores serán
prescindibles?.
¿Hacia
dónde debe dirigirse América Latina?
La región
enfrenta el desafío de encontrar un equilibrio entre fomentar la innovación
tecnológica y garantizar la justicia social. Aprender de la experiencia europea
puede ofrecer valiosas lecciones sobre cómo diseñar marcos regulatorios que no
obstaculicen el desarrollo económico, pero que al mismo tiempo protejan los
derechos fundamentales y promuevan la equidad. Sin políticas activas que
prioricen la formación continua y la reconversión laboral, América Latina corre
el riesgo de profundizar sus desigualdades estructurales y dejar atrás a
millones de trabajadores.
La irrupción de la inteligencia
artificial (IA) y la automatización nos enfrenta a una encrucijada existencial.
Más allá de las estadísticas sobre empleo y productividad, el avance
tecnológico plantea preguntas fundamentales sobre el significado del trabajo y
su lugar en la construcción de nuestra identidad colectiva. ¿Qué significa ser
humano en un mundo donde la creatividad, la toma de decisiones y el pensamiento
analítico pueden ser replicados por algoritmos? Para las sociedades
latinoamericanas, donde el trabajo es mucho más que un medio de subsistencia
-es identidad, integración social y tejido comunitario-, el reemplazo masivo de
tareas humanas no solo implica un cambio económico, sino una dislocación
cultural con consecuencias impredecibles.
Yuval Noah
Harari (2017)
advierte en Homo Deus que la
automatización podría generar una "clase inútil" desde el punto de vista del
mercado laboral, desplazando a millones de personas sin ofrecer suficientes
alternativas para la reconversión. Harari señala que, si las sociedades no
encuentran un nuevo propósito para estos desplazados, la exclusión económica
puede derivar en una exclusión existencial, llevando a crisis de identidad
social y política.
Por su parte, Byung-Chul Han, en su obra La
sociedad del cansancio, alerta sobre la progresiva erosión del sentido de
la vida en sociedades obsesionadas con la productividad. Según Han, la
automatización no solo transforma el mercado laboral, sino también nuestra
relación con el tiempo y la existencia misma. La desaparición del trabajo como
fuente de propósito podría generar una "fatiga del ser", una profunda
desconexión social y un vacío existencial difícil de llenar.
El modelo
chino de crédito social: una advertencia para el futuro
Uno de los
ejemplos más emblemáticos del uso de la tecnología para el control social es el
modelo chino de crédito social,
donde se registra y evalúa el comportamiento de los ciudadanos otorgándoles un
"puntaje" basado en su cumplimiento de normas. Las acciones consideradas
positivas, como pagar las deudas a tiempo, aumentan el puntaje, mientras que
conductas como difundir información crítica o cruzar fuera del paso peatonal lo
reducen. Las recompensas van desde mejores tasas de interés hasta acceso a
empleos de calidad, mientras que las sanciones incluyen restricciones para
viajar y dificultades para obtener servicios públicos.
Si bien este modelo ha sido
presentado como una herramienta para mejorar la convivencia social, plantea
serias preguntas éticas sobre la privacidad y el control del comportamiento
humano. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestras libertades
individuales a cambio de una supuesta seguridad y eficiencia?
Tecnofeudalismo:
El nuevo paradigma del control digital
El avance
de estas tecnologías no solo está redefiniendo la relación entre ciudadanos y
Estados, sino también entre ciudadanos y grandes corporaciones tecnológicas. Evgeny Morozov y Yanis Varoufakis han
advertido sobre el surgimiento de un tecnofeudalismo,
donde las corporaciones digitales acumulan poder sin precedentes, controlando
no solo el acceso a la información, sino también la infraestructura básica de
las sociedades contemporáneas. Las plataformas digitales se convierten en los
nuevos "señores feudales", que ofrecen servicios a cambio de datos personales y
acceso constante a nuestras vidas privadas.
En América Latina, esta dinámica
está tomando forma a través del crecimiento exponencial de billeteras virtuales vinculadas a la identidad digital, el uso
masivo de reconocimiento facial y la
recolección de datos biométricos. Argentina, Brasil y México lideran la
región en la adopción de estas tecnologías. En Buenos Aires, el sistema de
reconocimiento facial está conectado a bases de datos judiciales para
identificar a personas con órdenes de captura, mientras que en Brasil, varias
ciudades utilizan monitoreo facial en espacios públicos para "mejorar la
seguridad". Si bien estas herramientas prometen eficiencia, su falta de
regulación deja la puerta abierta a abusos y al uso indebido de los datos.
¿Quién controla
los datos y con qué fines?
La
acumulación masiva de datos biométricos y financieros por parte de gobiernos y
empresas plantea una pregunta clave: ¿Quién controla esos datos y qué garantías
existen para evitar su uso indebido?. Michel
Foucault nos recuerda que el poder moderno actúa a través del control sutil
sobre las conductas y subjetividades. En el contexto actual, las tecnologías
digitales no solo registran nuestras acciones; moldean nuestras decisiones,
configurando nuevas formas de dominación sutil que limitan la libertad
individual.
Gilles
Deleuze (1992)
sostiene que hemos pasado de las sociedades disciplinarias, basadas en el
encierro y la vigilancia física, a las sociedades de control, donde el poder se
ejerce de manera inmaterial y continua. Los algoritmos predictivos y los
sistemas de monitoreo constante no necesitan barreras físicas para ejercer su
influencia; basta con gestionar el acceso a recursos digitales y servicios
esenciales.
Silvia
Federici,
desde una perspectiva feminista, denuncia cómo estas tecnologías pueden
profundizar las desigualdades de género y precarizar aún más el trabajo de
cuidado, que tradicionalmente ha sido invisibilizado y no remunerado. La
automatización y digitalización del trabajo doméstico y de cuidado podrían reforzar
estereotipos y desvalorizar aún más las actividades esenciales para la
sostenibilidad de la vida.
En un mundo cada vez más afectado
por la automatización y el avance de la inteligencia artificial, la Renta Básica Universal (RBU) ha ganado
fuerza como una propuesta revolucionaria para enfrentar la disrupción laboral
masiva. En Argentina, el expresidente Eduardo
Duhalde ha sido uno de sus principales defensores, subrayando la necesidad
de garantizar un ingreso básico incondicional para todos los ciudadanos como
una red de seguridad frente al desempleo tecnológico. En el prólogo del libro
de Duhalde, Lula da Silva refuerza
esta visión, destacando la importancia de asegurar un mínimo vital para
proteger la dignidad humana en tiempos de incertidumbre.
¿Qué es la
Renta Básica Universal?
La RBU
consiste en otorgar a cada ciudadano, sin importar su situación económica o
laboral, una suma de dinero suficiente para cubrir sus necesidades básicas.
Este ingreso no estaría sujeto a ninguna contraprestación y reemplazaría
parcial o totalmente los actuales sistemas de asistencia social. Más que un
simple subsidio, la RBU se presenta como una herramienta para rediseñar el
contrato social y adaptarlo a una realidad en la que el trabajo tradicional
podría dejar de ser la principal fuente de ingresos para muchas personas.
Los Pros:
Una red de seguridad para la era digital
Entre los
beneficios más destacados de la RBU, sus defensores argumentan que podría ser
una respuesta directa y eficaz a los desafíos del desempleo tecnológico:
? Reducción de la desigualdad: Al garantizar un ingreso básico
para todos, la RBU podría reducir las brechas económicas y ofrecer una base
mínima de seguridad para las poblaciones más vulnerables.
? Fomento de la creatividad y la innovación: Al liberar a las personas de la
presión constante por sobrevivir económicamente, la RBU podría fomentar la
creatividad, el emprendimiento y la exploración de nuevas vocaciones.
? Simplificación del sistema de asistencia social:
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.