14/02/2025
Por
Carlos Fara - Presidente de la Asociación Internacional de Consultores Políticos
Con
la inflación más baja desde que asumió el león, la media sanción de Ficha
Limpia y la suspensión de las PASO, y los dirigentes PRO que están cambiando de
camiseta, parece que febrero se tiñe de violeta. Pero si miramos las
proyecciones de la cosecha, los aranceles que impuso Trump, la caída de la
licitación de la Hidrovía (el calabrés debe estar divirtiéndose un rato, porque
perderá poder, pero tiene capacidad de daño), las oscilaciones financieras y
algunos interrogantes respecto a la letra chica del acuerdo con el FMI, debería
primar un poco más de cautela. Pero cautela es algo que no parece figurar en el
diccionario de la administración libertaria.
En
esa falta de cautela, el gobierno tiene una autoconfianza casi infinita. Y
tiene razones para tenerla, ya que todos los argumentos agoreros se fueron
diluyendo por el camino. Sin embargo, las decisiones estratégicas no dependen
solamente de cómo la vean los protagonistas, sino también de la mirada y la
capacidad de veto de otros actores relevantes. Como, por ejemplo, los fondos de
inversión. Estos personajes están desfilando en masa por Buenos Aires
interesados en el corto, mediano y largo plazo. Equivocados o no, dejan dos
conclusiones a sus anfitriones locales: 1) los bonos argentinos ya están caros
como para seguir comprando, por lo tanto, la fiesta por ahora se acabó a la
espera de aprovechar buenas oportunidades; y 2) si gana CFK o un candidato kichnerista
en la estratégica Provincia de Buenos Aires, venden todo y se van.
Esto
viene a cuento de la estrategia electoral que tiene en la cabeza el triángulo
de hierro (que no son 3, sino 2 + 1), el cual sigue rechazando la posibilidad
de una alianza con el PRO, mientras disfrutan como le siguen comiendo piezas a
Macri cual juego de ajedrez. Si bien el gobierno está mostrando haber hecho un
posgrado en astucia política en estos 14 meses, hay dos cosas que nadie puede
adivinar. Una es la sustentabilidad del modelo económico libertario. La otra es
si habrá nubarrones económicos a nivel internacional de la mano de la
vehemencia Trumpista. Ojo que la segunda puede desnudar las falencias de la
primera.
Si
el oficialismo llegase a perder la PBA sin alianza, sucederían dos cosas: 1)
buena parte del público anti K le echaría en cara por qué no se aliaron, mucho
más si fue por una mezcla de desprecio personal y conceptual hacia la Armada
Amarilla, y/o 2) los mercados se asustarían lo suficiente como para irse y
dejar en banda la revolución libertaria. No es falta de cariño, te quiero con
el alma, te juro que te adoro, y... por tu bien, te digo adiós. Todos ya sabemos
qué viene después.
Este
detalle puede ser sumamente útil para que Macri psicopatee a los Milei y los
Caputo, y al final cierren trato. Claro, con un ingeniero muy disminuido, pero
necesario. En este caso el tamaño sí importa, porque "lo pequeño es hermoso",
más allá de otras connotaciones. Además, el peronismo es... el peronismo, no? ¿No
estarían dispuestos todo el aparato pejotistas y massista a ayudar a financiar
la campaña del PRO en la PBA si fuese solo, cuidarle las urnas, movilizarle
gente, etc. etc. con tal de generarle una mala noticia al Javo? Seguro que más
de uno ya lo está pensando. Por ejemplo, Sergio Tomás Copperfield, especialista
en no creer que haya enemigos irreconciliables.
El
ex Emir de Cumelén no solo está experimentando un drenaje descomunal, sino que
además ciertos hechos delatan algo que muchos siempre le marcaron: que él nunca
quiso tener seguidores, sino empleados. Y en ese esquema, hasta el empleado más
fiel alguna vez se quiere tomar alguna revancha. El caso más paradigmático es
el de Néstor Grindetti, que un día se fue de casa tras 45 años de relación. El
original cadete de SOCMA se cansó, como tantos. Perón decía en su regreso a la
Argentina que él no entendía nada de política, que el solo sabía de conducción.
Hasta escribió un libro sobre eso...
Pero
no es un problema de Macri, es un tópico de la política contemporánea. Si no
fíjense lo que pasó con el gabinete de Petro en Colombia. Conducir nunca fue
fácil y en la era de la arquitectura horizontal de internet, mucho peor. Por
eso hay dos alternativas: a) se construye seduciendo y administrando los deseos
de los mortales, o b) se manda de manera absolutamente vertical. La
administración Milei tiene llamativas semejanzas con el kirchnerismo, en ese
sentido. Néstor decía que no quería filo kirchneristas en su gobierno, sino
fieles absolutos. En estos últimos días el presidente dejó trascender que no
quería librepensadores en su gestión, sino solo incondicionales. Es mucho lío
conducir. Más fácil es dar órdenes militares. Mucho más cuando se trata de una
vanguardia esclarecida.
En
la Argentina, si el que controla el "partido del Estado" logra estabilizar la
economía después de una crisis, lleva las de ganar. Cómo lo haga, es otra
discusión. En julio del año pasado, en la columna "Una noche en la ópera", ya
advertimos que la billetera no solo estaba abierta para Capital Humano, sino
que, al mejor estilo de "la casta", empezaba a actuar el sistema de látigo y
chequera. Con las últimas votaciones en Diputados, "o mecanismo" está aceitado
al máximo. Si no, ¿de dónde están saliendo mayorías extraordinarias a partir de
solo 41 legisladores (con aliados estrechos)? Milei está dando una clase de
hiperpresidencialismo cada semana. Su obsesión con las comparaciones sexuales
diría que, en este caso, el tamaño (del propio bloque) no importa.
Veremos
qué pasa en el Senado con Comodoro Lijo. Mientras tanto, el Javo se debe estar
riendo de la sucesión de rebeliones de distintas Cámaras judiciales a partir
del famoso "fallo Levinas", inspirado por dos magistrados de la Suprema Corte
que fueron constituyentes del '94: Rosatti y el retirado Maqueda. Algo así
como, cuántos más problemas tengan los enemigos, mejor.
Todo
indica que, así como cayó la guillotina sobre la vieja boleta sábana, también
caerá sobre las PASO (porque, al final, a la gran mayoría le conviene). Y para
eso tenemos a Madame Robespierre.
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