08/03/2025

opinion

8M: La tormenta que se avecina contra el ajuste y el odio

29 femicidios en enero, 1 cada 26 horas, según el Observatorio 'Ahora Que Sí Nos Ven'. Mientras tanto, el gobierno desmantela políticas de género y borra la historia feminista del país.

Por
Melina Schweizer

Se acerca el 8 de marzo y el país entero tiembla. No es miedo, es rabia. No es resignación, es estrategia. No es silencio, es la antesala de un grito que sacudirá las calles de Argentina. En cada rincón del país, las mujeres y diversidades están listas para salir a la calle. El gobierno, con su agenda de retrocesos, quiere borrar derechos, borrar nombres, borrar memorias. Pero hay algo que no ha aprendido: la historia no se borra. Se escribe en las calles, con la furia de quienes no piensan retroceder.

Repasemos la Historia:

El 8 de marzo no es una efeméride vacía. No es un ritual institucional ni una fecha para que los poderosos se llenen la boca de palabras huecas mientras cercenan derechos. Es un grito, una herida abierta, una lucha que atraviesa el tiempo. Se conmemora porque las mujeres han sido silenciadas, explotadas, asesinadas. Se conmemora porque la historia oficial intentó borrarlas, pero no pudo.

Hubo un tiempo en el que ellas solo eran sombras en fábricas insalubres, cuerpos doblados sobre máquinas de coser, esclavas del hambre y del abuso. Hasta que un día decidieron que ya no más. Que los turnos interminables y los sueldos de miseria no serían su destino. Que la humillación de cobrar menos por el mismo trabajo no sería eterna. Que sus nombres y sus vidas no quedarían sepultadas en expedientes de accidentes laborales. Y entonces tomaron las calles. Las trabajadoras textiles de Nueva York, las obreras de Chicago, las anónimas de cada rincón del mundo que se atrevieron a desafiar lo que parecía inamovible.

En 1910, en Copenhague, Clara Zetkin propuso instaurar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y el mundo supo que ya no había marcha atrás. Un año después, en la fábrica Triangle Shirtwaist, el fuego consumió 146 cuerpos, pero no pudo calcinar la memoria. No pudieron salir, porque los dueños habían cerrado las puertas. Porque las vidas de esas mujeres valían menos que la mercadería que producían. Desde entonces, la fecha fue un recordatorio. Una advertencia. Un estandarte.

Volvamos a nuestra realidad:

El 8 de marzo de 2024, en el Día Internacional de la Mujer, el gobierno tomó una decisión que encendió aún más la indignación: cambiar el nombre del Salón de las Mujeres Argentinas del Bicentenario en la Casa Rosada por el de Salón de los Próceres. Una provocación calculada, anunciada por la secretaria general justo cuando miles de mujeres marchaban por el país. Una jugada torpe y simbólica de un gobierno que no oculta su desprecio por las conquistas feministas y que, con este acto, dejó claro de qué lado está: el lado del olvido, del ajuste y del machismo institucionalizado.

Pero Argentina es un país que no olvida. Y las mujeres tampoco. A esta afrenta simbólica se suman las afrentas concretas. 29 femicidios en enero de 2025. Uno cada 26 horas según el observatorio 'Ahora Que Sí Nos Ven' . 2745 desde el primer grito de Ni Una Menos en 2015. La violencia de género no sólo no se detiene, sino que se envalentona con discursos de odio desde el poder. Mientras Milei niega la realidad y proclama su repudio a los feminismos en Davos, las familias siguen llorando a sus hijas, madres, hermanas y amigas asesinadas.

El ajuste también tiene rostro de mujer. Con el fin de la moratoria previsional, sólo 1 de cada 10 mujeres podrá jubilarse. El gobierno no prorrogó la Ley 27.705, condenando a miles a la precarización en la vejez. Mujeres que han trabajado toda su vida, muchas en la informalidad o en tareas de cuidado nunca reconocidas, ahora solo podrán acceder a la Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM) a los 65 años, con un monto inferior a la jubilación mínima. No es una casualidad, es una política. Una sentencia de pobreza para quienes sostienen la vida con su trabajo.

La demolición de derechos no se detiene. El desmantelamiento del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades, el cierre del INADI, la eliminación de programas de prevención del embarazo adolescente. La estrategia es clara: borrar todo lo que huela a igualdad. Que las mujeres vuelvan a las sombras, a la casa, a la sumisión. Pero si hay algo que la historia de las luchas feministas ha demostrado es que no hay vuelta atrás. Las mujeres no retroceden.

Este 8M, la respuesta será contundente. En Buenos Aires, Plaza de Mayo será el epicentro del reclamo. En Rosario, Mendoza, Resistencia, La Plata, Paraná y cada rincón del país, las consignas resonarán con más fuerza que nunca. "Nos quieren sumisas, nos tendrán organizadas", "No es crisis, es guerra de clases", "No es ajuste, es violencia patriarcal".

Mañana será un día de furia y memoria. Porque si el gobierno cree que puede borrar la historia con un cambio de nombre, aprenderá que hay nombres que se graban con fuego. Que las que marchan llevan en sus pancartas y en su piel los nombres de todas las que estuvieron antes, de todas las que lucharon para que ninguna más muera por ser mujer. Que el 8M no es solo una fecha en el calendario, es una marca imborrable en la historia.

Se avecina la tormenta. Que se preparen.

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