Existen diversos antecedentes sobre leyendas del básquet que logran un hito como jugadores y, una vez que se retiran de la actividad profesional, incursionan en el rol de entrenador. Aún permanecen en la memoria de los fanáticos de Indiana Pacers los recuerdos de las tres temporadas con Larry Bird en el banco. Michael Jordan, por su parte, marcó una era en la historia de la NBA, pero nunca quiso aventurarse en la experiencia como coach tras su adiós definitivo en Washington Wizards.
En una entrevista para la revista Cigar Aficionado realizada en 2017, cuya versión extendida fue publicada en las últimas horas, el actual propietario de Charlotte Hornets reveló el motivo que le impide ser coach. “No tengo paciencia para entrenar. Mi mayor problema desde un punto de vista competitivo es el enfoque del deportista hoy día enfrentado al que yo tuve en su momento”, reconoció el ex escolta.

En consonancia, el ganador de seis anillos con Chicago Bulls brindó más detalles sobre las razones por las cuales no siguió el legado de Phil Jackson, su entrenador durante el ciclo dorado de la franquicia del estado de Illinois. “Mi camino para perseguir el objetivo era totalmente diferente. Para mí, pedirle a alguien que se centre en el juego en la forma en la que yo lo hice sería incluso de alguna manera injusto para ese chico que tendría que soportarlo”, aseguró.

Su Majestad centra sus argumentos en su personalidad competitiva y su férreo carácter, las cuales fueron reflejados en el documental “The Last Dance”, que se convirtió en un éxito internacional desde su estreno en abril pasado. “Si no lo hiciera, a saber cómo reaccionaría emocionalmente. No creo que tenga paciencia para ello. En esencia, entrenar es algo que nunca sentí que pudiese hacer desde un punto de vista emocional, ya que soy muy diferente y tengo una percepción de las cosas distinta a la de los chicos de hoy”, manifestó el norteamericano.
En otro de los cortes del diálogo que no se habían visto con anterioridad, el integrante del Dream Team de Estados Unidos explicó cómo inició uno de sus rituales antes de los partidos que los Bulls disputaban como local. “Teníamos que estar en el estadio sobre las seis para los partidos de casa y el tráfico en Chicago era tan malo que tardábamos una hora y cuarto o incluso hora y media. Ahí estaba yo, sentado en el coche, preocupado por el tráfico. Estaba muy tenso. Así que empecé a fumar. Se convirtió en un ritual en los partidos de casa”, sentenció.