“Un día estaba sentada en la vereda viendo cómo en autoescuela un hombre le enseñaba a manejar a una mujer y me puse a pensar en escena
” recuerda Ruth que hoy tiene su propia escuela de manejo, una escuela de manejo inclusiva como dice en su perfil.
Aunque hoy en día las conductoras representan el 27% de las licencias de manejo particulares y sólo el 0,37% de las profesionales
cada ve son las mujeres que se animan a tomar el volante.
El aprender a manejar e incluso tener sus propios vehículos representa una independencia que muchas años atrás no hubiéramos imaginado y esto coincide con el ritmo de vida que llevamos el cual implica el traslado por cuestiones laborales, el llevar a los chicos al colegio, y muchas otras actividades para las cuales la movilidad es fundamental.



“A mi me costó aprender a manejar y quise poder transmitir eso a otras mujeres.
Mi padre me donó un vehículo y mi ex pareja también me ayudo a realizar este proyecto” cuenta Ruth.
Otra situación compleja que se da a la hora de aprender a manejar, es que generalmente es una familiar o un amigo quien se ofrece a enseñar pero sin embargo, a la hora de la práctica no siempre logran enseñarlo de la manera más contemplativa por lo que muchas personas se terminan frustrando y desisten.
Ruta de Rosas, la escuela de Ruth, se encuentra Lanús y ofrece un curso de 6 clases con las nociones básicas de uso de los comandos,
el resto del aprendizaje se da en la calle y a diario en donde a veces debemos aprender a lidiar con el criterio de los demás conductores.
“Me ha pasado en algunas situaciones donde por respetar un semáforo o una señal, desde otro auto me insulten o me digan ‘andá a lavar los platos’, lo pero de todo fue que la que me lo dijo era una mujer” recuerda la instructora de manejo.
La premisa de Ruta de Rosas es ser inclusiva por lo que tanto mujeres como hombres deciden semana a semana tomar el curso con Ruth quien aprendió a manejar a los 14 años gracias la ayuda de padre y luego de un primo.