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Luis Vilardell era andinista, desde su página web oficial destacaba su pasión por la naturaleza, la altura, además de tener un sueño profesional que deseaba cumplir de manera grupal en la Patagonia. El andinista formoseño sufrió un accidente y murió tras caer por un precipicio de 400 metros en el cerro Tolosa, ubicado en Mendoza
.

Mientras subía por la pared Enana del cerro Tolosa, lindero al Aconcagua, una fuerte ráfaga de viento empujó a Vilardell y lo hizo caer a una canaleta
. Uno de sus tres colegas, Bernardo Baena, se acercó al lugar y al notar el cuerpo descubrió que ya estaba muerto. Fue allí cuando el hombre inició el descenso para pedir ayuda. El trágico episodio se produjo el sábado último, pero el martes, Baena fue encontrado por los andinistas Diego MacDougal y Nicolás Dios, quienes lo socorrieron ya que se encontraba con un principio de congelamiento e hipotermia.
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Tanto Vilardell como Baena estudiaron en la Escuela de Guía de Montaña en Mendoza y conocían la dificultad que implicaba el ascenso que estaban haciendo. Vilardell era andinista y guía profesional. Debido a las graves lesiones del impacto, el hombre murió en el lugar. La víctima de 35 años era oriundo de Formosa y decidió alejarse del calor de su provincia para dedicarse a su pasión por las montañas
.


Se formó como guía profesional de trekking de montaña y contaba con la certificación de la Escuela Profesional de Guías de Alta Montaña y Trekking y era miembro de la Asociación Argentina de Guías Profesionales. En su página web detallaba que también era técnico de Emergencias Médicas Agreste por la Fundación EASPA y obtuvo el nivel 1 de nieve y avalancha en la Association Nationale Etude Neige et Avalanches. Más allá de trabajar en Grajales Expeditions Aconcagua, también contaba con un emprendimiento propio llamado Oxigenar Expeditions donde ofrecía servicios de ascensos en distintas montañas del país.
“Antes que guía de trekking de montaña soy montañista
”, se autodefinía Vilardell. Al hablar sobre su pasión por la naturaleza, remarcaba que fue en las montañas donde encontró su “refugio, me encontré más a mí mismo, a gente muy querida y sobre todo encontré la satisfacción que estaba buscando y que no conseguía en la ciudad. Amo las montañas por su belleza intrínseca, sus formas, tamaños y colores, pero también porque presentan retos físicos y psicológicos a superar, que te llenan completamente el corazón no sin antes realizar el esfuerzo requerido”.