Las organizaciones criminales han irrumpido con fuerza en el último lustro en la región latinoamericana, podríamos decir, con inusitada virulencia en la etapa que daremos en llamar post pandémica.
Se trata de una región geopolítica que comprende más de 40 países y territorios desde México hasta Argentina, y que puede subdividirse en cuatro regiones en función de su ubicación geográfica: América del Sur, América Central, el Caribe y México.
Desde hace años, Colombia en primera instancia y luego México, que comenzó como un simple nexo en el tráfico de estupefacientes colombianos hacia el gigante del norte, han marcado un rumbo que, hasta aquí, solo ha consolidado y ampliado la presencia de estos grupos criminales en estos países. Incluso extendiendo su incidencia a otros estados con potencialidad criminal emergente.
Estas organizaciones, que ya desafían abiertamente la gobernabilidad de algunos estados, que persisten en la intención de erradicarlos (o simplemente mitigar sus efectos), han intensificado las acciones de proselitismo criminal, incluso llegando a dominar los espacios que, se consideran de control absoluto como lo son los presidios. Las cárceles bajo la dualidad de falta de control estatal y dominio criminal se han transformado en bunkers desde donde los delincuentes practican el criminal office.
Sin embargo, los damnificados de carácter permanente en espacios donde operan y dominan estas organizaciones complejas, son las personas.
La letalidad de las acciones de estos grupos golpea directamente contra la forma de vida de los ciudadanos, de manera directa transformándolos en víctimas (segando sus vidas) o bien, de manera colateral o diferida cuando el temor paraliza cualquier posibilidad de construir sociedades que usufructúen el legítimo y superior derecho humano a vivir con seguridad.
Nuestra realidad como país, es diferente a la de muchos estados que sufren la violencia de manera directa. No estamos sometidos más que parcialmente al accionar de superficie de organizaciones narco criminales que luchan por consolidar territorios y eventualmente, desafían el control estatal de los espacios públicos (entre ellos la cárcel).
Sin embargo, la aparente distancia que representa la macabra estadística de muertes por cada 100.000 habitantes que registran países donde la actividad criminal compleja es neural, no es más que un indicador del sinuoso camino que estos estados han transitado y que quizá, a nivel país podamos estar recorriendo.
No son lo mismo, los 44,5 homicidios por cada 100.000 habitantes que registra Ecuador, o los 31,1 de Honduras, los 26,8 de Venezuela, los 25,7 de Colombia, los 23,3 de México o los 18,7 de Brasil, que los (aparentemente pocos) 5 homicidios por cada 100.000 habitantes que registra Argentina.
No obstante, en un análisis somero de las circunstancias que conforman estos escenarios, advertimos que, al menos uno de los componentes de esta dramática realidad, unen nuestro país con los mencionados precedentemente; las organizaciones criminales que han hecho posible esta realidad, operan o han operado en nuestro territorio.
Miembros del Tren de Aragua arribando al CECOT de El Salvador.
Organizaciones criminales operativas en la región
Las organizaciones Criminales, según las Naciones Unidas, resultan ser un emprendimiento económico, protagonizado por un grupo delictivo, compuesto por varias personas que se organizan y funcionan en forma estructurada durante cierto tiempo y que actúan de manera concertada con el propósito de cometer uno o más delitos graves, a fin de obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material.
Especialistas en la materia, sostienen que, en la región asistimos a la tercera ola de estas organizaciones criminales; así, identifican la primera ola como aquella caracterizada por el predominio del Cartel de Medellín encarnado en la figura polifacética de Pablo Escobar; la segunda ola, enmarcada en el predominio criminal del Cartel de Cali, asociado con organizaciones criminales Mexicanas y en otro orden, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (F.A.R.C), operativas en un mismo escenario pero con otras implicancias que perfeccionaban el dominio territorial y generaban nuevos actores criminales de carácter estatal a través de la explotación de la corrupción sistémica, generando a su vez nuevos canales y modalidades en el lavado de activos procedentes del accionar criminal.
La tercera Ola, señalada como la que actualmente vivimos en la región, donde emergen alianzas impensadas en épocas pretéritas entre Estados y organizaciones criminales, sumándole además un nuevo fenómeno cual es el de la presencia de grupos extra regionales y sus alianzas operativas con organizaciones delictivas de carácter regional, explotando no solo el comercio local y transnacional de drogas sino que también hacen pie en actividades criminales como la trata de personas a través del control de la migración irregular, explotación ilegal de recursos naturales, minería ilegal, tráfico de armas, etc.
Las organizaciones criminales operativas en la región, son más de 10, entre ellas el Tren de Aragua en Venezuela y sus ramificaciones en el norte de Chile, El poderoso Primer Comando de la Capital (P.C.C.) de Sao Paulo en Brasil y el Comando Vermelho (C.V.) del mismo país, las distintas Bandas Criminales Emergentes en Colombia, junto a las residuales F.A.R.C. y el E.L.N. pero, en honor a la brevedad mencionaremos las más importantes en función de su capacidad de despliegue territorial y su incidencia a nivel político actual. Estas son:
Cartel de Sinaloa
La organización cofundada por Ismael alias "El Mayo" Zambada atraviesa una sangrienta interna tras el arresto de su líder.
Considerado uno de los grupos criminales dedicados al narcotráfico más antiguos en México, con una fuerte presencia en varias regiones del país, particularmente en la costa del Pacífico mexicano, según la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA). Mantiene presencia en 15 de los 32 estados de México.
Cartel Jalisco Nueva Generación
Creado hace más de 17 años, se ha transformado a la fecha en la organización criminal con presencia en más estados mexicanos. Según un informe de la DEA, está presente en 21 de los 32 estados y que posee una estructura operativa de más de 19000 hombres entrenados en técnicas de guerrilla y lucha insurgente.
Mafia Calabresa ('NDrangheta)
Operativa en la región desde hace décadas, ha controlado a través diferentes brockers de negocios el trasiego de cocaína desde América Latina hacia el viejo continente, siendo la organización criminal que ha comandado y controlado la distribución de entre el 60 y 80 por ciento de este producto en Europa.
Balkan Cartel (Mafia Albanesa o Mafia de los Balcanes)
Las últimas investigaciones efectuadas en Europa, señalan el rápido crecimiento de esta mega organización criminal, con presencia a nivel mundial. En la región operan desde hace años.
Recientemente han sido noticia en la convulsionada Ecuador donde organizaciones criminales locales, triangulan con este cartel, cantidades importantes de cocaína que buscan salir a través de los distintos puertos, rumbo al viejo continente.
Sus líderes se esparcen a través de diferentes centros operativos montados estratégicamente en puntos de producción, acopio y distribución de la mercancía ilegal que trafican. El núcleo del cartel está conformado por diferentes grupos con distinta capacidad operativa, siendo el principal de estos el conocido como Grupo América.
Este grupo estaría dirigido por un ex integrante de los servicios secretos de la ex Yugoslavia con residencia permanente en New York (U.S.A.), en tanto que el segundo al mando de esta organización, fue identificado como Zoran Jaksic, quien se encuentra purgando una pena de 25 años de prisión en una cárcel de máxima seguridad de Perú y a la espera de ser extraditado por pedido de la justicia Argentina, en una causa iniciada por envíos de cocaína a través de diferentes medios de transporte a Europa y por haber armado una estructura para producir vino y enviar diluido en él, cocaína a Europa, al estilo de lo hecho oportunamente por otro grupo de serbios en la operación conocida como Viñas Blancas.
Como vemos, absolutamente todos los países de la región se encuentran atravesados por este fenómeno de la criminalidad organizada. Pensar que nuestra realidad será siempre distinta al de los países más convulsionados es ciertamente el insumo, que necesitan estas organizaciones criminales para continuar consolidando su expansión a nivel macro territorial. La seguridad es un intangible y el estado es responsable de que la ciudadanía pueda disfrutar de sus beneficios.