12/10/2023
Seis personas testificaron ayer, en el juicio oral y público que en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Salta contra el empresario Marcos Jacobo Levin, José Antonio Grueso y el ex comisario Víctor Hugo Almirón por los secuestros y torturas cometidos a principios de 1977 en perjuicio de 17 trabajadores de La Veloz del Norte, empresa que en ese entonces pertenecía a Levin.
Cinco de los que testificaron son víctimas, ex empleados de la transportista, todos afiliados a la Unión Tranviarios Automotor. En enero de 1977 fueron detenidos ilegalmente y torturados en la Seccional Cuarta de la Policía de Salta, y obligados a firmar, ante el juez Jorge Alberto Trincavelli (f) "confesiones" falsas responsabilizándose de un supuesto fraude a la empresa. La frase del título, dicha por Aurelio Rada, sintetiza estos relatos.
La sexta testigo, es una vecina de la Comisaría Cuarta, quien dio cuenta de los ruidos de golpes y los gritos de dolor y pedidos de ayuda que provenían de la dependencia policial, que en la última dictadura cívico militar funcionó como centro clandestino de detención y torturas.
Los trabajadores, mediante sus testimonios, ratificaron la relación entre la empresa transportista y la Policía de la provincia de Salta. Todos ellos coincidieron en que fueron torturados en una habitación ubicada en el fondo de la comisaría, atados a camas, con colchones mojados donde eran picaneados y golpeados.
Uno de los testigos, Jorge Francisco Delaloye, declaró por videoconferencia desde Tucumán, donde reside. En 1977, con Carlos Pereira, Miguel Zelarrayán y los hermanos Emilio y Humberto Bórquez, integró un grupo de cinco empleados de La Veloz que fueron detenidos en aquella provincia, por dos hombres de la Brigada de Investigaciones de la Policía tucumana que le dijeron que era "un pedido del dueño de La Veloz del Norte". Fueron llevados a la sede de la Brigada y luego transportados a la ciudad de Salta en un colectivo de la transportista, con dos policías de Salta que los custodiaron hasta la Comisaría Cuarta, donde fueron recibidos por el propio Levin y Grueso, que era jefe de Personal, y era, en palabras del testigo, "el que digitaba todo, mandaba todo en la empresa", y que había elaborado la lista de personas a detener.
Marcos Levín fue el primer empresario condenado por su complicidad y accionar directo en el terrorismo de Estado.
Según el relato de Delaloye, miembros de la Policía de Salta andaban siempre en un Ford Falcon celeste que era de la empresa. Contó que en la tortura le preguntaron por Víctor Cobos, que era delegado de la UTA en La Veloz del Norte y que también fue detenido y torturado, y también por el titular del gremio en Tucumán, Enrique Vázquez.
Aseguró que los cinco detenidos en Tucumán fueron torturados, particularmente Pereira, que era delegado de la UTA en Tucumán. También sostuvo que algunas de las personas detenidas "quedaron muy mal" por la tortura que sufrieron.
Delaloye contó asimismo que una vez en libertad y ya en Tucumán, Levin los citó a su oficina para hablar con cada uno de ellos por separado y los amenazó: les dijo que debían renunciar o les iba a pasar lo mismo otra vez. Y renunció.
El testimonio de Aurelio Rada, relató que "Hemos entrado (a la pieza del fondo en la Comisaría), me han hecho desvestir, me han tirado en una colchoneta y me han empezado a picanear", contó Rada que lo torturaron hasta que alguien abrió la puerta (lo que percibió a pesar de la venda por la entrada de luz) y preguntó: "a quién tenés ahí". "A Rada", respondió el torturador: "No, ese no tiene nada que ver", dijo la voz, y así se detuvo la tortura.
Rada también contó que vio a Grueso en la Comisaría, dijo que era el jefe de personal y que diagramaba los viajes y aplicaba sanciones. Después, recordó que antes de liberarlo lo revisó un médico, aunque "la picana no deja huella", "pero las huellas quedan aquí", dijo señalándose la cabeza.
Carlos Lídoro Aponte tenía 24 años en aquel entonces, cuando fue detenido en la Cuarta. Fue torturado y también recuerda el ruido del motor que encendían para tapar sus gritos.
Después de la tortura fue llevado ante el juez para que firmara una "declaración" ya confeccionada, que no pudo leer y sin la presencia de un abogado. Al principio se negó, el policía que lo llevó al calabozo amenazó con matarlo, y al final tuvo que acceder.
También él vió a Levin y a Grueso en la Comisaría, en su caso los vio la noche de su detención, ingresando a la oficina del comisario, ya a deshoras de la noche.
Sebastián Lindor Gallará fue detenido en General Güemes y trasladado a la ciudad de Salta en el Ford Falcon celeste, fue torturado y también ratificó la presencia policial en la empresa.
Ciriaco Nolberto Justiniano fue detenido en la misma empresa y llevado a la Cuarta, donde fue torturado. El también dijo que había policías constantemente en La Veloz, "al señor Bocos se lo veía siempre en la empresa, incluso andaba en el auto de la empresa".
La última testigo, no era parte de la planta de trabajadores de La Veloz del Norte, se trató de Herminia Puppi. Su testimonio se incorporó a este proceso recién en 2015, cuando se acercó a exponer lo que desde su casa, vecina a la Comisaría Cuarta, escuchaba a diario, los ruidos de los golpes y los pedidos de auxilio de las personas torturadas.
"Era tremendo escuchar los golpes, los pedidos de ayuda". Ella también recordó que para tratar de tapar esos sonidos la Policía encendía un motor y ponía música a alto volumen.
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