02/10/2024
Fotos en sepia que parecían olvidadas en el cajón de los recuerdos, salen a la luz para esparcir su olor a naftalina y decir "siempre se puede volver". El financiamiento educativo y la reforma laboral, dos "players" noventistas que están otra vez en la cancha y generando ruido, treinta años después.
Por
Matías Frati
El debate sobre
presupuesto educativo, puntualmente el dinero para el sostenimiento de las
universidades nacionales llega a las calles en las grandes ciudades. Allí donde
hay una universidad pública hay una marcha federal que acompañará el reclamo de
miles de estudiantes, docentes, no docentes y graduados que reclamarán por el
financiamiento del sistema.
Se trata de un
importante foco de conflicto que el Gobierno deberá superar. Como ocurriera en
la década del noventa, la comunidad universitaria vuelve a ser un actor social
importante. Y puede llegar a convertirse en un opositor más, si el presidente
decide vetar la ley de financiamiento sancionada por el Congreso de la Nación.
Y es altamente probable que ocurra.
Mirando los casi diez
meses de gestión que lleva el Gobierno de Javier Milei, solo en una oportunidad
se lo ha visto recalcular, pero ni siquiera retroceder. Fue en enero, la Cámara
de Diputados frenó el avance del DNU 70 que ponía en juego la ley de bases.
Errores de la propia bancada opositora truncaron la promulgación y el
tratamiento definitivo de lo que pretendía el Presidente. Así y todo, el
Gobierno se replegó, puso en la figura del Jefe de Gabinete Guillermo Francos
al interlocutor adecuado, y meses después consiguió lo que buscaba desde el
inicio. Que fuera ley, con la mayoría de las propuestas que allí se detallaban.
Hasta sacrificó en junio la privatización de empresas del Estado, como
Aerolíneas Argentinas, y ahora volvió al tratamiento con una ley especial y
específica para alcanzar esa meta.
Hay carácter. Pero, sobre todo, hay decisión política y un rumbo. Puede gustar o no ese diseño, pero cambiarlo implica que otra fuerza política sea capaz de imponerse en las urnas y que los legisladores opositores sean suficientes para lograr una mirada uniforme que les permita tomar decisiones globales sin sus ropas partidistas. Difícil en tiempos de liquidez en redes sociales, donde un posteo con miles de likes es más importante que una transformación estructural del país.
Gran convocatoria en la segunda marcha universitaria en Buenos Aires.
Dejà vú
Como si se tratara de
una mirada en retrospectiva, la Argentina tiene un escenario muy parecido al de
la última década del siglo pasado.
Mencionaba antes el
caso de las universidades públicas y su financiamiento. Pero podemos observar
otros temas como la cuestión sindical, con una CGT partida de puertas hacia
adentro que no logra unificar un discurso para salir a plantar una posición,
menos aún diseñar un plan de lucha que pueda hacer frente a las iniciativas que
van en contra de los sectores de trabajadores.
Y ese debate está
también en la superficie, aunque solapado con la cuestión del financiamiento
universitario.
El lunes, una parte de
los dirigentes cegetistas, a los que se los denomina "dialoguistas",
se reunión en Casa Rosada con Francos. Héctor Daer, uno de los cosecretarios
generales, estuvo en la reunión. Al término de esta, dijo que "la reforma
laboral ya es un hecho, lo que hay que hacer es tratar de evitar los abusos de
parte de los empresarios". Ergo, la CGT no va a ser un factor de discordia
en la implementación de la ley.
Daer dijo, también, que
es un hecho desde que se sancionó la ley de bases, que contenía los nuevos
parámetros de las relaciones laborales. Y admitió que otro de los cosecretarios
generales de la central, Pablo Moyano, no asistió al encuentro por no estar de
acuerdo con este tema, que es medular para el movimiento obrero organizado.
Entonces, los noventa otra vez en juego. Con una CGT aliada al gobierno de entonces y otra vertiente, que encabezaba Hugo Moyano, militando la ruptura desde el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) que reunió a los sindicatos de la estructura del transporte como Camioneros y UTA, fundamentalmente.
Una parte de los dirigentes cegetistas, a los que se los denomina "dialoguistas", se reunión en Casa Rosada con Francos.
¿Cómo se sale?
El interrogante de
siempre es por donde está la salida a estos problemas. Lo que no deja de ser un
factor de ansiedad para muchos, para otros es un elemento altamente
conveniente. Porque en la confusión pueden ganar tiempo o llevar agua para sus
molinos.
Sin embargo, lo que
está claro es que esta coyuntura nunca es buena para el ciudadano de a pie, que
se levanta todos los días para ir a trabajar y tiene que luchar cuerpo a cuerpo
para ganarse un mango que le permita la subsistencia.
Fácil sería caer en lo
que hicieron países que atravesaron por situaciones similares, como la España
de inicio de los ochenta, que luego de una gran crisis generada desde el
franquismo, el Pacto de la Moncloa sirvió para reorganizar la democracia y
sentar bases de construcción en varios otros aspectos. Pero por aquí no somos
como lo son por allá, y nuestros matices y diferencias nos hacen únicos, como a
ellos también.
Sí es cierto que se
necesita de un gran acuerdo nacional, que defina con claridad cual es el rumbo
que la Argentina debe tomar, por lo menos, durante todo este siglo. Y trabajar
en consecuencia, pasando la posta de generación en generación y de partido a
partido, porque se supone que tiene que ser un acuerdo basado en la
Constitución Nacional y firmado por todos los sectores políticos y sociales que
están dentro del continente institucional.
Un acuerdo que diseñe
desde reglas de juego, es decir leyes, hasta mecanismos para potenciar sectores
productivos. Que no solo hable de recortes y ajustes en sectores donde se
dilapidan los recursos, que es importante aplicar economías ahí, sino que también
defina invertir y promover aquellos otros rubros de la matriz productiva que
tienen que ser el motor de los próximos años. Y si es necesarios reorientar
partidas hacia esos lugares que se haga, pero también que se audite, controle y
se exija resultados por cada peso que se invierta. Porque ese dinero es fruto
del esfuerzo de millones de argentinos de diferente escala social que, con sus
impuestos, contribuyen a que el proyecto sea posible.
La salida es con el
diálogo. Claramente. Y con hombres y mujeres que entiendan que tienen un rol
fundamental en la historia, pero que tal vez sus egos no lleguen a ver los
resultados de sus sacrificios porque, a no dudarlo, los reconocimientos siempre
llegan tarde.
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