29/11/2024
Durante las últimas dos semanas, el Estadio Olímpico de Bakú, en Azerbaiyán, sirvió como domo temporal para la conferencia climática COP29 de las Naciones Unidas. Unos 20.000 delegados de casi 200 países se reunieron para pequeñas charlas junto a los puestos de comida, mientras que las reuniones generales se llevaron a cabo en un campo de fútbol equipado con suelos de madera y carpas impermeables.
Fuera del estadio,
automóviles y autobuses a batería con el logo de la COP29 transportaban a los
delegados por calles de la ciudad, prácticamente sin tráfico. Abundaban los
contenedores de reciclaje y algunos hoteles cambiaron las tarjetas de acceso de
plástico por tarjetas de cartón, alegando razones de sostenibilidad. Pero poco
era lo que parecía a primera vista, y no solo porque el Estadio Olímpico de
Bakú nunca ha sido sede de los Juegos Olímpicos.
La COP29 se llevó a
cabo en Azerbaiyán
Más de un tercio del
producto interno bruto de Azerbaiyán proviene de combustibles fósiles, mientras
que alrededor del 90% de sus exportaciones están vinculadas al petróleo y el
gas. Antes de la COP29, el presidente Ilham Aliyev -cuya familia ha gobernado
el país durante más de 30 años- despojó a Bakú de cualquier signo de inequidad:
eliminó a los mendigos, vendedores ambulantes y 'mercados de esclavos' donde
los hombres buscan trabajos informales. Para garantizar un tráfico ligero, se
cerraron escuelas, universidades y oficinas gubernamentales. Para minimizar las
protestas, se restringió severamente el activismo climático.
En el propio
Azerbaiyán, el cambio climático está provocando un aumento de las inundaciones
y el calor extremo, pero Bakú sigue plagada de bombas de extracción de
petróleo, coloreadas de rojo y verde, a juego con la bandera del país. A pocos
kilómetros del Estadio Olímpico, una placa conmemora el 'primer pozo
petrolífero perforado industrialmente en el mundo', de 1846. Cerca de allí, un
pozo más nuevo produce una tonelada de petróleo cada 24 horas.
Dentro del recinto de
la COP29, 50.000 personas se congregaron en pabellones que promocionaban el
objetivo de cero emisiones netas, mientras que un grupo más pequeño participaba
en negociaciones para definir y acelerar la lucha contra el aumento de las
temperaturas. Pero aquí también acechaba la realidad. El lento ritmo del
progreso climático -y la escasa esperanza de limitar el calentamiento a 1,5 °C
- han contribuido a elevar las crecientes dudas existenciales sobre si la
cooperación climática internacional es capaz de funcionar con la suficiente
rapidez para estar a la altura del momento.
La conferencia de este
año, denominada 'COP de las finanzas', tenía como objetivo establecer lo que se
conoce como Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG, por sus siglas en
inglés), que en esencia es cuánto deben pagar los países ricos a los países
pobres para implementar energía limpia y construir infraestructuras más
resilientes. El compromiso actual de US$100.000 millones al año se alcanzó por
primera vez en 2022, pero las necesidades de los países en desarrollo, según
los cálculos de un grupo de expertos respaldado por la ONU, son de al menos
US$1,3 billones anuales.
La conferencia terminó el viernes con un proyecto de acuerdo que significa que los países ricos aportarían US$250.000 millones anuales para 2035, más del doble del compromiso actual. Pero 2035 está a una década de distancia, y el déficit obligaría a las naciones que sufren los impactos de las emisiones del mundo desarrollado a pedir préstamos para combatirlas. Los delegados de esas naciones enfatizaron repetidamente que la financiación climática es un pago de la deuda de carbono, no una dádiva. 'No saldrá ningún acuerdo de Bakú que no deje un mal sabor de boca a todo el mundo', dijo Avinash Persaud, asesor especial sobre clima del Banco Interamericano de Desarrollo.
El
lado opaco del COP29
La conferencia puso de
relieve otros impasses recurrentes. Arabia Saudita se resistió a los intentos
de reafirmar o aclarar un compromiso de 'abandonar' los combustibles fósiles,
que apenas alcanzó a incluirse en el acuerdo final de la COP28. India resurgió
con una demanda de que la mayor parte de la financiación se otorgue en forma de
subvenciones en lugar de préstamos, y las naciones insulares insistieron en
dividir el dinero equitativamente entre proyectos que reduzcan emisiones (como
los parques solares) y aquellos que promuevan la adaptación (como los diques
marinos). La toma de decisiones al estilo de la COP no es muy diferente a la de
200 personas que expresan diferentes opiniones sobre a qué restaurante ir a
cenar.
Luego está Estados
Unidos. Como la mayor economía del mundo y su mayor emisor acumulado, se podría
haber esperado que el país aportara la mayor suma para soluciones ecológicas.
Pero la reelección de Donald Trump, quien ha prometido abandonar el Acuerdo de
París e impulsar la producción de petróleo y gas, trastocó esa perspectiva.
Trump no puede eliminar por completo las contribuciones a la financiación
climática, pero cualquier NCQG está en riesgo sin el poder del sector privado
estadounidense.
La primera victoria de
Trump en 2016 se anunció durante la COP22 en Marruecos, y tomó por sorpresa a
los negociadores. Esta vez, los ministros estaban preparados y llegaron armados
con argumentos sobre cómo encarar los próximos cuatro años. Pocos dudan de que
el progreso climático se desacelerará sin la iniciativa estadounidense, pero
los delegados dicen que al menos no se detendrá.
Nadie que haya
participado en una COP podría decir que el proceso es perfecto. Tan solo
conseguir que los combustibles fósiles se incluyan en un acuerdo llevó casi
tres décadas, durante las cuales las emisiones globales solo cayeron durante
los años de crisis financiera o pandemia. Pero el calor récord de 2024 puso de
manifiesto cómo los países en desarrollo están soportando el peso de la crisis.
Cuando a un negociador de Bolivia se le preguntó en el escenario si estaría
satisfecho con un NCQG de US$200.000 millones -el doble de la cantidad actual-
preguntó: '¿Es una broma?'. Sus compañeros panelistas, también de países en
desarrollo, le dieron una ronda de aplausos.
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