15/01/2025

Humor y violencia

¿De qué nos reímos cuando nos reímos?

Por
Nicolás Scordamaglia

La retransmisión del programa televisivo provocó las críticas de una de sus protagonistas, quien lo consideró un humor desfasado. Este comentario nos invita a reflexionar sobre la comedia sexista en la televisión argentina, analizando su evolución a lo largo del tiempo y comparándolo con diversos programas que han influido en nuestra cultura. El humor patriarcal puede entenderse como un 'corpus' recurrente, presente en sketches, películas, segmentos de chistes y comentarios, que ha ido moldeando y, en muchos casos, erosionando las normas sociales y culturales."

Julieta Prandi: Así luce ahora la nena de 'Poné a Francella'Poné a Francella ( La Nena) - año 2001

Esta forma de hacer reir puede perpetuar estereotipos de género y contribuir a la desigualdad y discriminación. A través de esta exposición, examinaremos cómo los discursos humorísticos no solo nos hacen reír, sino que también pueden ser poderosos constructores de realidad, influencian nuestras percepciones y creencias sobre aquellas marcas que nos interpelan. Generan cadenas de sentidos que van dejando una marca que se vuelve una huella en cada convención que se acepta.

La comunicación es un proceso complejo en el que se entrelazan significados, interpretaciones y perspectivas. No solo transmitimos lo que decimos explícitamente, sino también lo que se oculta detrás de las palabras, gestos y silencios. Cada mensaje lleva consigo contexto, creencias y valores que influyen en cómo se recibe. En el intercambio comunicativo, se tejen discursos sociales, culturales y políticos que, aunque a menudo invisibles, afectan nuestra percepción del mundo. Detrás de lo que comunicamos.

Somos aquello que decimos, pero también somos aquello que interpretamos. Detrás de todas estas manifestaciones de sexismo se esconde una ideología peligrosa que a menudo se camufla bajo la apariencia de humor. Muchas veces, hemos escuchado chistes machistas y nos hemos reído sin detenernos a analizar su mensaje.

O tal vez hemos fruncido el ceño al reconocer su contenido, pero se nos ha respondido que solo era una broma o que simplemente no lo habíamos comprendido correctamente. Frente a estas situaciones, es importante reflexionar sobre cómo el humor machista contribuye a perpetuar actitudes sexistas, ¿puede una broma encubrir una forma de agresión? ¿el humor feminista y subversivo puede ser una herramienta para desafiar el sexismo cotidiano al burlarse de él? Son algunas de las interrogantes que nos hacemos para entender este contexto.

En palabras de Michel Foucault, "El poder no está en instituciones, en una cosa o en una persona, es algo que circula. Y es esa manera de circular lo que hace que lo que uno pueda llamar poder sea el resultado de relaciones, que son múltiples y que están en el corazón de una multiplicidad de instituciones". Por lo tanto, el poder y la obediencia están intrínsecamente ligados en la construcción de paradigmas sociales, de una red de lógicas que se van entrelazando para formar sentido, para formar verdadero poder.

El humor es poder. Es sentido. Son relaciones y quienes lo generan logran ser aplaudidos y venerados como héroes de bolsillo. Las palabras, la voz, el sonido, la imagen y el cuerpo son signos que utilizamos para transmitir información y también reflejan nuestras ideologías, valores y creencias colectivas. Es fundamental analizar con detenimiento el lenguaje que utilizamos, ya que este puede influir en nuestra forma de pensar y actuar.

El novelista, ensayista y poeta inglés, Aldous Huxley, nos dice que: "Las palabras están ahí para explicar el significado de las cosas, de manera que el que las escucha, entienda dicho significado". Si nos basamos en este mensaje, se puede afirmar que hablamos de una interminable semiosis social que moldea nuestras acciones infinitamente. Somos productos de discursos interconectados que a través de credos y reglas, configuran un mundo en el que la obediencia es una norma socialmente aceptada.

Los discursos son herramientas fundamentales para la construcción de la realidad y las relaciones sociales. Saussure y Pierce nos enseñaron que el lenguaje y los signos tienen un impacto significativo en nuestras vidas. Es crucial cuestionar y reflexionar sobre lo que decimos y escuchamos, así como nuestras interpretaciones del entorno. Debemos adoptar una actitud crítica y reflexiva ante los discursos, "buscar la verdad detrás de las palabras" y desentrañar los significados ocultos. Únicamente de esta manera podremos colaborar en la construcción de una sociedad más equitativa y participativa y analizar las dinámicas de dominio presentes y buscar una comprensión más profunda del mundo y de nosotros mismos.

La televisión como la alegoría de la caverna

Un personaje emblemático en la televisión argentina es, sin lugar a dudas, Jorge Porcel. En los años 60, Porcel se unió al equipo de los hermanos Sofovich -Hugo y Gerardo- y participó en programas como "Operación JaJa", "Polémica en el Bar" y "La peluquería de Don Mateo" (donde frecuentaba la peluquería, entonces atendida por Fidel Pintos). Fue en este último programa donde conoció a su compañero Alberto Olmedo.

En la televisión siempre ha habido y habrá chicas hermosas y bien formadas, pero en el caso de Porcel, parecía que estaban allí únicamente para recibir elogios por su físico, mientras eran menospreciadas por cualquier otra característica. Los chistes fáciles, "¿No es fino?", solía decir Porcel, y las referencias a intercambios de sexo por dinero o favores eran temas recurrentes en el programa, y dejaban en evidencia un claro machismo. Esto se reflejaba también en el sketch "Hola, mami", de Luisa Albinoni en La Peluquería de Don Mateo, donde Noemí Alan cerraba cada bloque con su célebre frase: "la tanguita... después de la tandita".

Con la llegada de la década de los 70, la tecnología televisiva avanzó y surgieron nuevas normas que permitieron transmitir imágenes a color. La década del 80 llegó y, junto a ella, el programa "No Toca Botón", con Alberto Olmedo -entre otros-, se comenzó a transmitir en Canal 11. Fue un antes y después en la televisión argentina. Olmedo y Porcel fueron, sin duda, íconos de la televisión argentina, pero también representan una época en la que el machismo y la cosificación de la mujer eran lamentablemente comunes en la pantalla chica.

Con la llegada del nuevo milenio, y la crisis del 2001 como telón de fondo, la situación se tornó aún más compleja. El desempleo se extendió ampliamente, y muchas personas buscaban desesperadamente una salida, llenar el vacío con la programación televisiva como una especie de placebo para calmar la angustia y la desesperación, propias de la política neoliberal. La televisión nos ofrecía entretenimiento para distraernos de la cruda realidad. Risas estridentes para evadir la voz del hambre. Esto nos lleva a pensar sobre el mito de la caverna de Platón, donde los prisioneros representan a aquellos que están limitados por sus percepciones.

Las sombras proyectadas en las paredes simbolizan el mundo físico que estas personas creen conocer como la verdad absoluta, cuando en realidad solo están viendo una versión subjetiva de la realidad. Cuando uno de los prisioneros logra liberarse y salir al mundo de las ideas, finalmente adquiere el verdadero conocimiento. Cada elemento de este antiguo relato alegórico representa un nivel diferente del ser y del conocimiento, utiliza la analogía de los prisioneros encerrados en la caverna y el individuo liberado para explicar la concepción dualista del mundo. Nada más alejado de la realidad, donde un discurso se transforma en una doctrina imposible de ser refutada.

El cine y los programas de televisión son un medio que transmite diferentes tipos de discursos, un símbolo general que remite a algo general. Las imágenes tienen un gran impacto en la imaginación de los espectadores, son ecuménicos iconos que simbolizan otros discursos, como hemos dicho anteriormente una interminable semiosis social. Influenciado en parte por el dispositivo de proyección -la cámara- de las películas y programas. Sin embargo, las imágenes que se transmiten llevan consigo una mayor carga testimonial, lo que implica un aspecto indicial más importante.

Es esencial analizar entonces, en qué medida las imágenes-discurso-cuerpo-huella son capaces de transmitir por sí solas su carácter no ficticio, es decir, si lo que muestran realmente ocurrió sin la presencia de la cámara o si necesitan de elementos adicionales para anunciar su naturaleza a los públicos en general. En el caso del género televisivo, podemos hablar de una especie de "doble indicialidad" en estas imágenes: primero, por su naturaleza fotográfica y segundo, por generar la sensación de que el universo capturado es tal como es en la realidad y no está preparado para la ficción. Las imágenes que percibimos son la sombra de otras imágenes, como el mismo discurso entendido como un "corpus" que a su vez oculta otros discursos y así sucesivamente.

Es posible que este conocimiento explique la popularidad de formatos como los reality shows, el cine y los sketch, así como la tendencia actual de compartir grabaciones en internet, que reflejan la fascinación por documentar en todo momento, los eventos capturados que se encuentran en la frontera entre "el evento en sí" y la representación para la cámara, tal como lo describe Umberto Eco.

En el pasado, la televisión reinaba en nuestros hogares como fuente de entretenimiento y por supuesto de distracción. Más allá de las noticias y las telenovelas, los espectáculos humorísticos como los de Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Mario Sapag, Guillermo Francella, Juan Carlos Mesa, Tato Bores, Juan Carlos Calabró, Minguito, Emilio Disi, "Matrimonios y algo más" y "La peluquería de Don Mateo", nos brindan alegría y un antibiótico para combatir un estado ausente. A pesar de las dificultades de la crisis, la gente siempre encontraba motivos para reírse, sin reflexionar en el contenido que tenían esos mensajes ocultos en los diálogos.

La mediatización de la realidad buscaba idealizar la pobreza y crear un ambiente alegre donde, en verdad, había angustia y escasez. La celebración que promovía la comedia televisiva era exclusiva para un reducido grupo de personas. Nos trae a la memoria el spot de campaña que le valió la presidencia a De la Rúa, ese discurso que nos decía que "iba a terminar con la fiesta para unos pocos".

A pesar de la sociedad distópica que reflejaban los discursos políticos, programas como "VideoMatch", "Poné a Francella" y "Café Fashion" seguían llevando esa estructura de comedia a los hogares argentinos. No importa el contenido, o lo que se decía, la única función era no pensar o mejor dicho aún olvidar el presente. Pero repentinamente, el humor sexista desapareció de la televisión de forma lenta y constante. Los cómicos de "VideoMatch" intentaron continuar con "Sin codificar", una versión del humor chabacano y patriarcal. Por su parte, el programa "Polémica en el bar" de Sofovich se vendía como un espacio de debate político con tintes machistas y una visión de la realidad social con matices de señores feudales. Aunque en su nueva versión se dio un hecho importante en la historia de este programa. Por primera vez "Polémica en el bar" tuvo una mesa de mujeres, que protagonizaron un intenso cruce de ideas, pero esto no cambió su esencia de contenido sexista, machista y misógino.

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Jorge Acosta, sociólogo y profesor de la Universidad de Morón, comentó que había vuelto a ver una película de Alberto Olmedo y Jorge Porcel en el canal Volver para una tesis sobre el cambio generacional. Y se dio cuenta que en la película se jugaba con el acoso y el abuso en su máxima expresión, y lo presentaban de manera graciosa con un código fácil de interpretar para el televidente: "Recuerdo que cuando era un niño en mi casa de la infancia, cuando pasaban esas películas, cambiábamos de canal. A menudo ponían "Polémica en el Bar", donde una mujer provocativa se acercaba a los hombres de manera sugerente. A veces me preguntaba por qué se me prohibía ver una cosa y se permitía la otra. La violencia no era lo que asustaba en mi casa, sino el nivel de sexualidad y desnudez". Y, en el mismo sentido, agrega sobre el humor de aquellos tiempos: "Es reconfortante ver cómo ahora se cuestiona y se reflexiona sobre aquellos programas donde se violentaba a las mujeres llegando al extremo del abuso. Se prefería romantizar las películas en lugar de analizarlas".

En un mundo lleno de filmes que normalizan el abuso, hay una escena en particular que revela cómo se entendía el humor en aquellos años. Esta escena pertenece a la película "A los cirujanos se les va la mano" de Hugo Sofovich, que es extremadamente violenta y cruel, alejada de cualquier tipo de comicidad. En ella, los personajes de Porcel y Olmedo drogan a dos cirujanas sin su consentimiento en un acto de abuso sexual. La escena es impactante y perturbadora, mostrando a los hombres llevándose a las mujeres como si fueran presas, sin ninguna consideración por su bienestar.

Con el aumento de la conciencia sobre la igualdad de género, esta manera de hacer reír ha perdido espacio en la pantalla chica. Con el paso del tiempo, persiste la añoranza de aquellos momentos: el reconocimiento hacia estos comediantes, el emblemático banquito de Olmedo y Portales en Avenida Corrientes, la humildad del rosarino, su rol como padre de familia, su faceta como comediante, el gordinflón simpático pero malhumorado, y la trágica suerte de la víctima que cayó de un balcón. Otros personajes que, a pesar de sus acciones, son recordados como ídolos populares alimentando las raíces de un machismo explícito. La evolución del humor en la televisión refleja un cambio cultural en la sociedad, un cambio de paradigma y por lógica un cambio de discurso, pero como dijo George Carlin, "La comedia es una herramienta poderosa que puede hacernos reír, llorar y pensar".

No debemos ser hipócritas, el problema no radica en los cuerpos desnudos ni la sexualidad en sí misma. El verdadero problema surge cuando se burlan de situaciones de vulnerabilidad y sometimiento. Preocupa que muchas generaciones hayan sido educadas riéndose de estereotipos como "la trola" o "la bruja", "la nena", "El manosanta esta cargado", "Mirame la palomita", "Las mujeres son cosas de guapo", "Mi novia el Travesti", "Los doctores la prefieren desnudas", cuando estas representaciones son objeto de violencia o desprecio. Es imprescindible examinar sobre cómo se trata a las mujeres en la sociedad y cómo los discursos sobre el humor sexista han evolucionado a lo largo de los años, dejando diferentes impactos en las distintas generaciones y afectando la forma en que entendemos qué es lo que nos hace reír en verdad.

Deberíamos preguntarnos entonces si, ¿ha cambiado algo desde el 'humor' machista de los años 90 hasta hoy? Posiblemente la respuesta sea un no rotundo. Antes la televisión era como el fogón de las cavernas, un punto de encuentro familiar donde se compartían historias. Con el paso del tiempo, el humor en la pantalla chica ha evolucionado y se ha trasladado a plataformas digitales como YouTube, Twitter, Facebook, Streaming e Instagram, entre otros. Los capocómicos han perdido su hegemonía y ahora el humor se encuentra disperso en diferentes formatos y medios. Los discursos han cambiado. La televisión ya no monopoliza el entretenimiento hogareño, sino que se ha convertido en un híbrido que difunde lo que sucede en las redes sociales. Los jóvenes prefieren consumir contenido a través de sus celulares y computadoras portátiles, relegando a la televisión a un segundo plano en la forma de entretenimiento preferida.

Desde la perspectiva lingüística, es fundamental destacar la necesidad de analizar el contexto del humor machista, no solo para poder interpretarlo y decodificarlo, sino también para poder evaluar las intenciones detrás de él. El impacto humorístico y los resultados obtenidos a través de este tipo de discurso variarán en función de dónde y cómo se exprese. No es lo mismo hacer un comentario sexista en un ambiente privado entre amigos, donde todos se conocen y comparten unas normas sociales específicas del grupo, que hacerlo en un entorno público, donde el mensaje llegará a personas desconocidas cuya reacción no se puede prever.

Si bien el humor no tiene límites y es importante mantener una ética y una moral en nuestras comunicaciones, en el ámbito público el efecto puede ser mucho más complejo, ya que puede reforzar y perpetuar los patrones mentales de la cultura dominante y heteronormativa. En ciertas ocasiones, si se realiza en un grupo masculino que ya posee prejuicios, el humor machista puede constituir una forma de violencia simbólica hacia las mujeres, al cosificarlas y estereotiparlas.

Una de las apariciones más fuertes de la última década fue la de Malena Pichot, guionista, comediante y conductora, quien se hizo popular con el programa de tv Cualca, una serie de sketches que en un principio se emitió como un segmento de Duro de domar, en Canal 9. Pichot se volvió una explosiva polemista, sobre todo en las temáticas de género y una luchadora incansable contra la violencia hacia las mujeres y los discursos de odio que tanto pululan en los medios de comunicación.

Deberíamos indagar y considerar lo siguiente ¿a qué llamamos sketch o programa de comedia? ¿Qué entendemos por humorista? ¿a Chichilo Viale o al Negro Álvarez? ¿A Jorge Corona o Sebastián Presta? En este cambalache donde todo se ha mezclado como nos profesa el tango de Enrique Santos Discépolo transitamos los días sin entender lo que sucede a nuestro entorno, "vivimos revolcados en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos", por aquellos que deciden que tenemos que mirar, que es lo que debemos pensar y reproducir. Aparece nuevamente la figura del poder que circula de Michel Foucault.

El programa Rompeportones y la tendencia sexista de muchos ciclos es una cuestión ineludible, que llega hasta el mismísimo Marcelo Tinelli, otro "rey indiscutido de los favores populares", hoy en caída libre. La consideración de un producto televisivo es extraña. Pensar solo en el caso Olmedo y Porcel: de ser ignorado por la sociedad de los 70 pasó a ser canonizado en los 80, elogiado por sectores de la cultura y el poder dominante; ahora su impronta es cuestionada y resulta, al menos, fuera de foco.

Existe una clase de picaresca machista que hoy no puede no tener condena social. O para decirlo con un término en boga: convocaría a la cancelación. Ayer nomás Tinelli, "cortaba polleritas"; ya no. Todo lo que el conductor y productor expresa y simboliza es una comicidad elemental de machismo explícito, una secuencia de violencia y de burla a las demás personas, sobre todo a las mujeres. Vamos a definirlo como un "sujeto" que produce y reproduce la matriz de los discursos de odio.

La exhibición de cuerpos fue arrasada por los tiempos. Su caída comprende muchos factores, es multicausal. El principal factor de nuestros tiempos es el cambio de paradigma (convención) que produjeron las luchas de género, que han cambiado los discursos de poder. Son muchos años de programas con ese humor de vestuario de hombres que ya no se sostiene. Es verdad que marcaron una huella , una época y que tuvo una extensa influencia cultural en estas tres décadas que cualquier ministro de cultura. Es responsabilidad de todos los actores sociales, incluidos los medios de comunicación, trabajar en perpetua comunión para promover un humor más inclusivo y respetuoso que contribuya a la construcción de una sociedad igualitaria y libre de violencia de género.

Esto da a lugar a las palabras de Umberto Eco: "la cultura popular es un territorio en disputa, donde se libra una batalla constante por el significado y la interpretación de los mensajes que circulan en ella". En este sentido, es vital comprender sobre el papel que juega el humor sexista en la reproducción de estereotipos de género y en la naturalización de la violencia contra las mujeres. Como afirma Judith Butler: "el humor puede ser una forma de resistencia y de subversión, pero también puede servir para reforzar el statu quo y perpetuar las injusticias sociales".

¿Es posible considerar la representación de la pedofilia en un guión ficticio? ¿Hasta qué punto el arte, el humor y las interpretaciones se basan en la realidad? ¿Puede un sketch ser aceptado como factible en la vida familiar y cotidiana, o solo en un set de televisión? ¿Es adecuado desafiar los contenidos televisivos, incluso si provienen de personalidades cuestionadas? Al evaluar diferentes opiniones, ¿estamos ignorando las leyes? ¿Qué sucedería si este tipo de situaciones ocurrieran en nuestros hogares? ¿Podemos pasar por alto el contenido sexista de un producto, independientemente de si consideramos que es o no violencia mediática? Y por último, ¿el humor no tiene límites?

La violencia de género en su dimensión simbólica consiste en la transmisión y perpetuación de patrones estereotipados, valores y mensajes que perpetúan la dominación, la desigualdad y la discriminación, naturalizando la subordinación de la mujer. La violencia mediática se refiere a la difusión de mensajes e imágenes estereotipadas a través de medios de comunicación masiva, promoviendo la explotación de mujeres, difamando, discriminando o humillando a mujeres, adolescentes y niñas en contextos pornográficos. Es tiempo de buscar nuevas formas de generar humor y pensar en otros contenidos posibles.

Acusaron a Tinelli de tener actitudes ShowMatch (corte de pollera) - año 2008

En virtud de lo argumentado en este escrito, queremos mencionar las palabras de la actriz Alicia Bruzzo, la cual le preguntaron en una entrevista si consideraba a la televisión argentina machista. En su respuesta, destacó: "Creo que el problema va más allá. Se trata de la degradación del público en general, no solo de las mujeres. Lo preocupante es que parece que no nos damos cuenta y a pesar de las críticas, seguimos alimentando ese ciclo. Los altos niveles de audiencia de ciertos programas son un claro ejemplo de ello".

Los estereotipos femeninos han evolucionado junto con los cambios en la sociedad. En lo social, la liberación femenina y sexual ha impactado en la forma en que las mujeres son percibidas. En lo político, se ha avanzado en la equiparación de derechos y obligaciones legales para ambos géneros. En lo económico, la entrada de la mujer al mercado laboral ha sido un gran avance. Sin embargo, a pesar de estos cambios, las mujeres siguen siendo bombardeadas desde temprana edad con la idea de que deben cumplir con estándares de belleza irreales y ser sumisas a los hombres. Aunque se les promete un mundo de oportunidades, muchas veces se ven relegadas a roles secundarios en el hogar, la familia o el ámbito laboral, donde son subordinadas por figuras masculinas.

En la mayoría de las narrativas televisivas, predominan las mujeres emocionales, torpes, sumisas, sensibles y preocupadas sólo por su apariencia física, atributos que suelen ser asociados con los personajes femeninos en la televisión, ya que sus cuerpos suelen estar constantemente en pantalla, sobre todo en programa catalogados como humorísticos y familiares.

Es muy evidente como en los programas de humor o telenovelas, la desnudez femenina es más común que la masculina y suelen ser caracterizadas como esposas, amantes, madres de los protagonistas o víctimas indefensas. Es fácil determinar entonces de qué tipo de sociedad estamos hablando a partir de estas creaciones.

Una serie superexitosaCasados con hijos - año 2005

Este humor "que no da risa" es la huella de un paradigma que intenta en todo momento resurgir es "la cabeza de la hidra" . El discurso del humor utilizado en los diferentes programas representa la comicidad de una época, la cual era sumamente machista y violenta. Se recurre al sarcasmo y la burla, empleando chistes que refuerzan la representación de la mujer, reflejo de la manera en que era percibida en la sociedad.

Para finalizar, recomiendo leer las palabras del escritor, teólogo y filósofo San Agustín de Hipona, que en su dogma escribe: "un signo es toda cosa que, además de la fisonomía que en sí tiene y presenta a nuestros sentidos, hace que nos venga al pensamiento otra cosa distinta"

Detrás de ese humor, hay un discurso que se vuelve una rutina, una pincelada en el lienzo de las emociones. La risa cómplice de una sociedad rota.


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