01/07/2024
Por
Juan Manuel Abal Medina
En
estos días se cumplen cincuenta años de la partida del líder y fundador de
nuestro movimiento, el General Juan Domingo Perón, cincuenta años en los que su
legado es cada vez más necesario y urgente.
El
país que en el que él murió era inmensamente mejor que el que hoy vivimos,
mucho más justo, mucho más igualitario y lo era así en gran medida por todo lo
que él había realizado, por las conquistas sociales establecidas desde su
gobierno, por las organizaciones que fortaleció para defenderlas y por una
doctrina, un conjunto de ideas y valores, que llevo a millones y millones de
argentinos a hacerlas propias.
A
quienes no la vivimos nos costaría reconocer a esa Argentina, pero en el año
1974 era por mucho la nación más desarrollada de la región. Los anteriores
treinta años la economía había crecido prácticamente cinco veces y más que
duplicado su PBI per cápita. A su vez la distribución del ingreso era
comparable a la de los países más avanzados del mundo, con lo que el consumo
popular era el motor de la economía. La gran mayoría de los trabajadores eran
empleados privados formales afiliados a poderosos sindicatos que peleaban por
ellos. Una industria fuerte y pujante se complementaba con un sistema educativo
que era modelo en la región y con uno científico tecnológico de altísimo nivel
que entre otras cosas inauguraba Atucha I la primera central nuclear de América
Latina y se iniciaba la construcción de la segunda. Nuestra red ferroviaria
conectaba casi todo el país y la flota naval comercial y la de Aerolíneas
Argentinas se encontraban en marcado crecimiento. La pobreza no llegaba al 5% y
la desocupación era inferior al 3%,
Los
cambios económicos globales y la desastrosa política económica neoliberal de la
dictadura genocida terminaron con ese país. Los cuarenta años posteriores no
pudimos ni supimos cómo construir un nuevo modelo de desarrollo que volviera a
garantizar lo que el anterior generaba: crecimiento con inclusión social. Si
bien lo conseguimos en algunos periodos y eso nos enorgullece, estas cuatro
décadas dejan un balance socioeconómico claramente negativo.
Mi
padre me recuerda siempre que el peronismo, la doctrina peronista que surge de
los textos fundadores del General, no es una construcción ideológica cerrada y
terminada a la manera que suelen serlo las ideologías políticas. Por el
contrario, el peronismo es el programa que expresa en cada coyuntura histórica
los deseos e intereses de la mayoría social que conforma el conjunto de los
trabajadores formales e informales de nuestra Patria.
Lo
permanente del peronismo expresado en sus tres banderas históricas son las
raíces de las que debe surgir en cada etapa la definición de un programa que
transforme esa mayoría social en mayoría política enraizada en las signos y
desafíos de su tiempo.
Esto
es lo característico del peronismo, que por eso no es un simple partido unido
habitualmente en torno a una ideología determinada, sino un movimiento en
permanente actualización. Y precisamente en esto reside para mi padre una parte
esencial de su notable permanencia en la vida política argentina.
Por
ello las políticas económicas que implementó el mismo General Perón en 1946 no
fueron las mismas que en 1952 o 1973, los mismos valores, las mismas ideas, la
misma doctrina se encarnaba en mecanismos e instrumentos diferentes para
enfrentar coyunturas novedosas, pero siempre con la misma finalidad generar
desarrollo con inclusión, es decir Justicia Social.
Hoy
cuando hasta se pone en duda hasta la misma Justicia Social que fue el pilar de
los mejores años que vivió nuestro pueblo es más urgente y necesario que nunca
recuperar el legado que el General no dejó actualizarlo imitando su capacidad
para mirar con amplitud y sin sectarismos ni dogmatismos de ningún tipo el
mundo que nos toca vivir con sus complejidades y desafíos y diseñar e
implementar las mejores políticas para que nuestra Argentina se parezca más a
la que era en 1974 que a la de este triste 2024.
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