23/01/2025
Por
Nicolás Scordamaglia
Pensemos las problemáticas tradicionales que emergen de manera renovada en el contexto actual, como el rol de la prensa en la producción de noticias y los desafíos a la hora de ejercer esa tarea. Imaginemos la complejidad de la realidad que enfrenta el periodismo en nuestra vida cotidiana y la necesidad de un cambio de paradigma para un universo informativo que parece estar derrumbándose o al menos sus pilares.
Joan Manuel Serrat nos cantó alguna vez: "Nunca es triste la
verdad, lo que no tiene es remedio", sin embargo, en todo momento intentamos
cambiar esa verdad, que muchas veces duele o incomoda. El Obispo y filósofo San
Agustín enseñaba en su doctrina "que no se puede acceder a la verdad sino a
través del amor". Pero ese amor tenía un trasfondo político y religioso que
debía ser aceptado sin ninguna refutación. En aquellos tiempos la Santa
inquisición creada en el siglo XII por el Papa Lucio III, oficiaba como un
tenaz juez de turno para resolver cuestiones de fe y "corregir" con tortura y
amor a los indecisos. Su principal tarea fue desmantelar y atacar a las
organizaciones, corrientes de pensamiento y posturas religiosas que socavan la
integridad del credo (la verdad absoluta) católica, y examinar y proscribir los
libros que se considerasen ofensivos para la ortodoxia cristiana.
Las cuestiones filosóficas, como la búsqueda de la realidad o la verdad absoluta, no han sido debatidas con suficiente profundidad y claridad en las corrientes sociológicas contemporáneas ni en los medios de comunicación existentes. Sin embargo, este es un problema ontológico central del que se desprenden otras cuestiones epistemológicas que tienen implicaciones para la metodología en la búsqueda de una prensa más neutral, aunque tal vez tengamos que afirmar que tal cosa no existe o no existió jamás. El periodista Fernandez Moores en su texto Tribuna Caliente nos dice que: "La prensa no hace más que fogonear las diferencias, no la cuenta como un intercambio de ideas o de disenso. Del juego democrático vende más la polémica, la grieta".
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En la novela "Don Quijote de la Mancha" de Miguel de Cervantes Saavedra. A través de la figura de Don Quijote, el autor nos invita a reflexionar sobre la complejidad de distinguir entre la realidad y la fantasía, entre la verdad y la ilusión. Al comienzo de la historia, el noble caballero confunde los molinos de viento con gigantes malvados y decide enfrentarse a ellos en una batalla junto a su fiel compañero Sancho Panza. Para él, los molinos se convierten en una representación ficticia de su propio idealismo.
Ilustración donde Don Quijote se enfrenta a los molinos de viento
Esta interpretación errónea nos muestra cómo nuestras
percepciones, nuestra subjetividad e incluso nuestras obsesiones pueden
distorsionar la realidad y hacernos creer en algo que no es verdadero. Un
ejemplo claro de cómo se distorsiona aquello que se nos muestra como la "verdad
absoluta" en los relatos noticiosos o en la primicia. Estamos sujetos a molinos
de viento que se mueven según lo determine la coyuntura.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la realidad
es vasta y el conocimiento humano tiene limitaciones, especialmente en el
periodismo. También es necesario tener en cuenta que la veracidad no debe estar
aislada de la verdad, ya que esto puede tener consecuencias indeseables. En
última instancia, la reflexión sobre la verdad y los molinos de Don Quijote nos
insta a examinar nuestras propias creencias y a cuestionarlas todo el tiempo.
Nos recuerda que la verdad no es algo estático y objetivo, sino que está sujeta
a nuestra interpretación y comprensión individual.
El filósofo, docente y ensayista Darío Sztajnszrajber
argumenta sobre el significado de la verdad: "Si las verdades absolutas están
en crisis, es difícil pensar cómo nos relacionamos con la verdad en el mundo
periodístico, teniendo en cuenta que hay una concepción muy ingenua" y en el
mismo sentido agregar. "No hay una problematización, porque todavía existe una
idea de que el periodismo busca la verdad, cuando la verdad murió hace 150
años, como ya dijo Nietzsche. Ahí aparece la paradoja, porque es difícil pensar
la actividad periodística si no es en busca del develamiento de eso que se
supone que es la verdad pero que sabemos reflexivamente que no existe".
El desafío actual de los medios de comunicación nos obliga a
decidir si debemos seguir respetando y aceptando principios fundamentales como
la verdad y la objetividad. Optar por un extremo nos limita a ser meros
informadores realistas o escépticos sospechosos. Si queremos recuperar el
concepto de verdad en el periodismo, debemos aceptar que los profesionales
influyen en la realidad que informan. Fernandez Moores afirma que: "La prensa
suele buscar aquello que el poder prefiere ocultar. Y que, en medio de ese
barro, la búsqueda de la información no llega limpia. Las fuentes no son
inocentes".
Ya no es posible pensar en una objetividad perfecta que
confunda al profesional con las herramientas que utiliza. Sin embargo, si no
hay verdad ni objetividad, ¿podrá mantenerse la ética profesional en la cual se
basa el derecho constitucional a la información? Esta reflexión nos lleva a
buscar un nuevo enfoque para comprender la verdad que combine las tradiciones
occidentales de pensamiento con las exigencias de la teoría de la información
periodística. Aparece otra vez la figura de ese Molino que aparenta ser otra cosa
y nos obliga a luchar contra él.
La verdad informativa no es absoluta ni perfecta, siempre
está en busca de una verdad más acorde con los hechos. Esta búsqueda requiere
de un sujeto activo y un medio que construyan y reconstruyan la verdad
utilizando nuevos elementos en la investigación. Podríamos decir que la verdad
periodística es "falsable", al igual que las teorías científicas de Popper.
Cuando esto sucede, la nueva visión puede ser más completa, simple o verosímil
en relación a la realidad que intenta describir. El periodismo de precisión y
de investigación contribuiría aportando nuevos datos y criterios que cambiarían
la verdad aceptada por otra.
El periodista y escritor Reynaldo Luis Sietecase en su libro
Instrucciones de uso, que escribió junto a varios referentes del periodismo. En
uno de los capítulos del libro Ni plata ni mierda habla sobre la verdad. "Algo
es verdadero cuando tiene correlación directa con los sucesos narrados. La
tarea esencial del periodista es reflejar fielmente, desde su perspectiva o
mirada, los hechos que relata y, en lo posible, hacerlo de manera atractiva. La
verdad dejó de ser una prioridad en el proceso de la comunicación masiva hace
varias décadas, cuando la información se convirtió en un negocio. Lo novedoso
es que el desprecio por la verdad, en los últimos años, se volvió una costumbre
que no provoca consecuencias severas en la fidelidad de los consumidores de
noticias".
Sietecase en su texto nos explica que deberíamos exigir,
como consumidores de información, que los intereses económicos de las empresas,
no interfieran en los productos periodísticos que elaboran. Que no alteren la
verdad de los hechos por necesidad política o comercial de la empresa. ¿Pero
logramos esto? con el arma más poderosa que tiene un consumidor de información:
la decisión de adquirir sólo productos creíbles y descartar aquellos que no lo
son.
Según Sztajnszrajber sabemos que la verdad no existe, pero
no hacemos otra cosa buscarla; eso es la filosofía: la búsqueda de un
conocimiento que sabemos que no existe: es búsqueda, no encuentro, no va al
mundo intentando hallar certezas, sino de perturbar, de generar preguntas donde
creemos que las cosas son simples, estables, ordenadas y seguras. En el
periodismo sucede algo similar, podemos encontrar conflicto, caos y miles de
preguntas escritas en una libreta.
"Emitir mensajes masticados y previsibles, conformar al
público, hacer lo que necesitan los poderosos y disfrazarlo de periodismo
profesional o independiente pueden ser caminos eficaces para hacer dinero.
Desafiar a la hinchada, contrariarla, invitarla a pensar críticamente, puede
ser un buen comienzo para volver a poner en duda lo que aparece como certero,
exitoso, inevitable", explica Sietecase.
La veracidad y la objetividad son desafíos inherentes al periodismo. Si bien es imposible alcanzar la objetividad absoluta, los periodistas deben esforzarse por ser veraces y lo más transparentes posible, mientras que los consumidores de noticias deben desarrollar habilidades críticas para evaluar la información que reciben. El periodismo desempeña un papel fundamental en la sociedad, y sólo a través de un compromiso continuo con la integridad y la transparencia se podrá mantener la confianza del público en los medios de comunicación.
En la actualidad, vivimos en una sociedad dominada por la
rapidez y la inmediatez, lo que puede afectar la calidad de la información
transmitida. La profesión enfrenta una gran presión para publicar noticias
rápidamente, sin el tiempo necesario para verificar los hechos o contrastar
información de fuentes confiables. Esto puede llevar a la difusión de Fake news
o inexactas, socavando la credibilidad del periodismo y fomentando la
desconfianza en los medios de comunicación.
El periodismo en su máxima expresión enfrenta tiempos
complicados, especialmente en su enseñanza. Ha sido desalentado debido a la
dinámica de los medios. Es indiscutible los importantes recortes laborales en
medios nacionales, la precarización, los despidos masivos en cadenas de
televisión, la desaparición de canales o programas por falta de presupuesto, y
la competencia directa de esa "nueva especie" que se autodenomina como
"periodismo de redes sociales", donde la veracidad carece de importancia y solo
busca acumular popularidad y visualizaciones, lo cual perjudica gravemente la
práctica del verdadero periodismo, aquel que se dedica a servir a la comunidad
y que se aleja del sensacionalismo mediático que predomina en las redes en la
actualidad. Aquel que Rodolfo Walsh practicaba en cada una de sus crónicas.
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