19/10/2023

País

¿Quién es Leda? la mujer que cura mediante imposición de manos en Rosario

Cada martes en el Santuario Basílica Catedral de Nuestra Señora del Rosario, se congregan unos 300 fieles para orar junto a ella y más tarde, recibir su bendición. Leda impone sus manos a cada uno de los participantes, les habla en lenguas indescifrables, les susurra a los oídos. Muchos caen al suelo. Otros tantos, aseguran que fueron curados de enfermedades corporales y malestares espirituales. La mujer lo confirma: tiene un don, un regalo divino para hacer el bien a los demás y cuando acciona sobre cada uno de los fieles, no es ella. Es dios.


La llaman "la sacerdotisa", aunque nunca tomó ningún voto religioso. Las personas asisten a ella con la esperanza de que les cure enfermedades y dolencias propias o de sus seres más queridos. Así es que revelaron la sorpresa con la que se quedaron al notar que en verdad podía sanarlos a través de unas palabras en arameo. "Te habla en otra lengua pero te llega", sostuvo uno de los asistentes.


Entre lágrimas, una de las mujeres entrevistadas agregó: "Es como estar en manos de Dios, yo lo siento así. Me dio un mensaje hermoso. Me sanó". "Es un antes y un después. Se siente en el pecho, en el corazón", concluyó.


Leda de 44 años nació en Rosario, está casada y tiene cinco hijos y una nieta. Hace 9 años, la Iglesia Católica le otorgó un carisma -la Real Academia Española lo define como "el don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad"- de liberación y sanación, algo así como la oficialización de los poderes de curación que manifestó desde que era muy chica aunque sin darse cuenta. Dicen que las personas con dones espirituales reniegan un poco de ellos y Leda también los negó por mucho tiempo. Hasta que fueron inevitables: tocaba a las personas justo donde la enfermedad se expresaba, veía situaciones, le surgían mensajes incomprensibles para ella hacia desconocidos que, en cambio, sí podían descifrarlos.


La resistencia a aceptar ese "regalo de dios" tenía que ver con la necesidad de seguir su vida y disfrutar de sus afectos en libertad. Leda quería ser "normal", pero su camino sería otro. Carente de conocimiento teológico, su andar siempre fue intuitivo y ligado a sus conversaciones celestiales: la mujer asegura que habla con dios, Jesús y la Virgen y que el Espíritu Santo la guía.


Los primeros pasos fueron en barrios periféricos, con la comunidad religiosa que representa, Soplo de Dios Viviente, vuelve una y otra vez, para hacer trabajo social. Soplo viviente no solo es una comunidad que invita al recogimiento de la oración sino que también, acompaña a vecinos y vecinas que atraviesan instancias difíciles, como por ejemplo, el abuso sexual y la violencia de género.


Durante los rituales en la basílica, ubican en los 3 primeros bancos a enfermos y enfermas terminales. Serán, después, quienes sostengan a los fieles que caen al suelo en trance. Leda inicia el ritual con una oración cantada, que no se interrumpe. Su voz es fresca pero fuerte, se despega del pecho palabra por palabra, remarcada por los ojos cerrados y un gesto cargado de paz. El rezo de la sanadora suena a otros mantras religiosos en los que se usan expresiones en castellano neutro, sin regionalismos. Sin embargo, se diferencia cuando llama a Dios "papá".


El rito, con destellos carismáticos o evangélicos, es acompañado por el cura párroco, Osvaldo Macerola, quien se acerca al altar y expone al "Santísimo Sacramento", lo que en el credo católico significa la viva presencia de dios. Durante el proceso Leda introduce frases "en lenguas". Sus colaboradores aseguran que llegan a ella de forma divina y que nos las comprende. La sanadora es solo un instrumento de Dios.


Tampoco es ella cuando impone las manos. Incluso, no recuerda a las personas ni los mensajes que les vuelca al oído. Quienes la conocen, dicen que por fuera del carisma recibido, es una mujer común y corriente, de esas que no andan abrazando a la gente. Pero, cuando Dios obra en su corazón, se transforma en un ser dulce y contenedor. Así se la ve cuando, cerca de las 22, comienza a recibir a los fieles más necesitados.


Se detiene cerca de ellos, pone sus manos en las cabezas o en otras partes del cuerpo, muchas veces sobre el corazón. Sonríe. Habla/canta en tono alto, pero en una lengua inasequible y sus movimientos a veces son espasmódicos.


Una mujer que acaba de terminar un tratamiento contra el cáncer de mama la espera a un costado. Leda le toma la cabeza, la inclina hacia su pecho, le recita palabras extrañas mientras le dibuja señales de la cruz en el cabello. "¿Acaso perdiste la fe en mí?", reproduce un mensaje y le lanza: "Tenés que ser valiente, vas a vivir".



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