10/04/2025
Por
Matías Frati
Un paro para intentar algunos cambios. Una medida de
respaldo a los jubilados buscando empatizar y que no sean víctimas de la
represión. Pero a los pocos días, si no hay reacciones concretas en los ámbitos
de decesiones importantes, lo del 10 de abril habrá sido una muestra más de
descontento corporativo en contraposición a un intento de gestión gubernamental
que, tal vez, no gusta, pero está legítimamente en su sitio y con facultades de
decidir hacia donde orienta sus políticas.
La pelea entre el Gobierno y la CGT viene desde el comienzo
de la gestión actual. Fue en diciembre de 2023 mismo cuando la central obrera
lanzó el primer paro nacional, que se llevó a cabo a finales de enero del 2024.
Desde entonces, los ánimos fueron más o menos intensos, pero nunca calmos.
A las vísperas de la actual medida de fuerza el Gobierno
lanzó duras críticas contra el sector gremial, intentando contribuir al
descrédito de la representación laboral, fundamentalmente en cabeza de los
máximos dirigentes sindicales.
Para eso comunicó que la medida de fuerza tiene un coste de
200.000 millones de pesos como perdida para el país, algo que cae como un dato
importante pero tal vez poco relevante para el ciudadano de a pie, que ve
resentidos sus ingresos en el correr de los meses.
Más tarde, exhibió un video en las estaciones de trenes
donde instaba a los usuarios a no dejarse amedrentar frente a posibles acciones
de impedimento en el servicio, y los invitaba a denunciar la situación ante una
línea telefónica, el 134.
Además, la palabra oficial del vocero presidencial Manuel
Adorni terminaba por darle el marco institucional que la comunicación tenía,
dotándola de un nuevo episodio de pelea entre funcionarios de la gestión de
Milei y los sindicalistas.
Desde la CGT no tardaron en responder: con un comunicado, la
central obrera criticó al Gobierno explayándose sobre el resultado de los 15
meses de gobierno, señalando que "el costo del ajuste recayó sobre los
trabajadores activos y pasivos".
La CGT acusó al Gobierno de "insensibilidad frente a
los problemas de la gente" y volvió a reclamar paritarias libres, aumento
de emergencia a jubilados, fin de la represión a la protesta social y rechazo a
las privatizaciones de Aerolíneas Argentinas y el Banco Nación.
Da la impresión de que somos observadores de una pelea de
ganancia nula para todos. Una disputa donde no gana el Gobierno, aunque crea
que se pone del lado de la gente que repele a sindicalistas, y tampoco ganan
los trabajadores por estar frente al Gobierno de turno.
Hasta aquí, el Gobierno de Milei ha dado pocas muestras de
retroceso en medidas anunciadas y mucho menos en aquellas que se llevan a cabo
en el tiempo. Sin embargo, se estudia la posibilidad de una mejora de
emergencia para los jubilados, algo lógico, sobre todo.
El resto de los sectores laborales no parecen tener la misma
suerte. Si bien la inflación tiende a la baja, es muy cierto que los salarios
no aumentan. Y una cosa está íntimamente ligada con la otra, porque con suba
salarial la inflación fue alta siempre en Argentina.
¿La solución es aplanar los sueldos, entonces? Claro que no.
La solución es mejorar la matriz productiva nacional y generar las condiciones
para que el consumidor pueda obtener más bienes y servicios en competencia
franca por calidad y precio.
Parece un enunciado teórico, pero no lo es. Obvio que para
conseguirlo sería necesario que las empresas nacionales produzcan y lo hagan
con nuevos estándares de competitividad, algo de lo que se quejan los
empresarios que les falta en el país.
Del paro se hablará hasta el fin de semana, habrá análisis importantes por todos lados. Pero lo que verdaderamente habrá que medir son las respuestas oficiales que hubiera, en caso de que eso ocurra y en los lugares indicados para que pase.
Si en el Congreso se lograra una nueva moratoria tributaria,
por ejemplo, podría inferirse que puede ser un resultado positivo de la medida
de fuerza de esta semana. O si se iniciara un período de diálogo para la no
privatización de las empresas, por ejemplo.
Sin embargo, hasta ahora, no parece que eso fuera posible.
En especial por el carácter de la gestión que le imprime el Presidente al
Gobierno, y porque desde el sector sindical la politización de la mirada está
por encima de todo.
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