17/01/2025
Por
Nicolás Scordamaglia
Los discursos de odio son expresiones que generan un clima de intolerancia que promueve la discriminación, la hostilidad y la violencia. El filósofo y escritor francés Jean Paul Sartre, solía pensar que solo basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera. Esta nueva forma de pensar el mundo ha cambiado por completo nuestra perspectiva de la realidad. Demonizar al que se considera enemigo se ha vuelto moneda corriente en los rincones donde se teje y desteje el poder real. Es ahí donde se forma el mensaje sesgado que luego será anunciado como una verdad apócrifa.
Plaza de Mayo, 27 de febrero 2021
Si definimos al discurso de odio podemos afirmar que se trata de cualquier tipo de dichos pronunciado en la esfera pública que procure promover, incitar o legitimar la discriminación, la deshumanización y la violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de la pertenencia de estas a un grupo religioso, étnico, nacional, político, racial, de género o cualquier otra identidad pública. En la actualidad, el discurso del poder hegemónico forma parte de lo mediático, entre signos y representaciones del imaginario colectivo.
Se construyen nuevos símbolos y mitos que actúan como jueces de los prejuicios latentes de las personas, muchas veces con el único fin de disminuir a un sujeto social, negativamente diferente, en donde se proyectan los aspectos fermentados de la sociedad.
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Los discursos de odio forman parte de nuestro entorno, los medios de comunicación utilizan esta herramienta para generar un clima social denso. La discusión sobre la legalización del aborto, los debates sobre la política migratoria y sobre el desempeño de las fuerzas de seguridad en la Argentina, ha puesto en circulación expresiones violentas, agresivas y discriminatorias en la conversación pública.
Debemos hacernos una pregunta y
reflexionar en nuestro interior su respuesta: ¿vivimos en una sociedad cada vez
más violenta? El debate no debe estar guiado por colores políticos, banderas,
credos, etc., sino desde el sentido común, con una profunda responsabilidad
como ciudadanos.
La psicoanalista Andrea Aghazarian explica que los discursos
tienen de forma intrínseca una pedagogía del odio, es decir, que enseñan,
intentan justificarlo e incluso invierten, cual discurso del psicópata, la
responsabilidad de los actos violentos: no soy yo, es ella, como es el caso de
las violencias de género. Así tenemos los feminicidios o un intento de
magnicidio.
Los medios hegemónicos invierten grandes cantidades de
dinero para generar información muchas veces falsa: las fake news. Se fomenta
así la discriminación por las ideas porque al otro no se lo ve como un par,
como algo humano. Las ideas de uno son las verdaderas y el otro está equivocado
y termina siendo el enemigo.
El investigador del CONICET Ezequiel Ipar, realizó un
estudio sobre las nuevas formas de autoritarismo social: "Uno de los aspectos
que más nos interesa indagar es el debilitamiento que ciertos valores y
consensos democráticos experimentan en algunos grupos de la sociedad civil",
afirma el doctor en Sociología y Filosofía.
Después de realizar encuestas telefónicas a 3140 personas, se confeccionó un índice de discursos de odio (DDO) a partir de las reacciones ante enunciados racistas, xenófobos y sobre minorías sexuales. ¿Quién hizo la encuesta? Si no lo decís queda en supuestos. La conclusión principal fue que un 26% de los ciudadanos ¿ciudadanos de dónde? apoya los discursos de odio, contra un 17% que se muestran indiferentes y un 57% que dice desaprobarlos. Los índices más altos se registraron en el centro del país (31%) y los más bajos en la Patagonia (20%).
El odio como motivación, la difamación y la mentira como instrumentos, la descalificación y el agravio como recursos
Los medios de comunicación, aquellos que manejan el poder
verdadero de la información -según sus necedades económicas- forman opinión,
construyen la realidad política y social de un país y así logran preservar sus
risibles privilegios. Diferentes noticieros han instalado, desde hace varios
años, la idea de emigrar a otro país en busca de una mejor calidad de vida al
alegar que la juventud no tiene oportunidades de conseguir un buen trabajo.
Desde siempre el sujeto adolescente experimenta que nadie lo
entiende, se siente afectado por las manifestaciones de un cuerpo que exige
satisfacciones desconocidas, percibe que el mundo que le ha tocado vivir no es
para él, cree advertir que los compañeros con quienes hasta hace un tiempo
compartía tiempo y espacio ya no le resultan afines a sus inquietudes.
En este contexto la frase "hay que irse de este país de
mierda" no hace más que brindar consistencia a lo que en definitiva no es más
que el síntoma de incomodidad propio de la etapa de la vida de un joven, sobre
todo si los que profieren ese tipo de frases carecen de la honestidad e
integridad para comprometerse con el futuro de aquellos a quienes se dirigen.
Las redes sociales y otras formas de comunicación están siendo explotadas como
plataformas para difundir la intolerancia.
Los hater o empleados del odio están en todos lados buscando
una víctima potencial. Intentando en todo momento crear una realidad falsa y
darnos ese empujón para ser parte de un sistema vacío y distópico.
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