20/02/2025
La artista reveló episodios de abusos sexuales, explotación laboral, adicciones y acoso en la industria musical. "...lo único que sé hacer es trabajar y amar, amar el arte como lo único que me ha salvado la vida", continuó.
La
cantante chilena Mon Laferte es una de las voces más influyentes de
Latinoamérica y en las últimas horas hizo un descargo después que la comunidad
de artistas visuales de su país la cuestionaran por una exposición suya en Parque
Cultural de Valparaíso.
Su
infancia estuvo marcada por la violencia: fue violada a los 7 años, y a los 11
ya consumía alcohol, cigarrillos y marihuana. A los 13 años probó la pasta base
y comenzó a trabajar cantando en bares, micros y circos, mientras era explotada
por un hombre 20 años mayor que ella, quien se hacía pasar por su mánager y se
quedaba con la mitad de sus ingresos.
A
los 17 años, su vida cambió nuevamente cuando su abuela sufrió un derrame
cerebral y quedó postrada. Mon tuvo que hacerse cargo de ella mientras
intentaba mantenerse a flote económicamente. "En las noches salía a cantar
y con eso compraba pañales y, a veces, un vestido de la ropa usada pa'
cantar", relató.
A
los 18 años, encontró en la televisión chilena una oportunidad que le permitió
ganar algo de estabilidad. Sin embargo, su paso por la industria televisiva fue
otra prueba de resistencia: fue acosada por un productor musical, quien la besó
a la fuerza en varias ocasiones y la descalificó profesionalmente. "Me la
creí y aguanté por necesidad, pero finalmente tuve el valor y me fui",
confesó.
A
los 23 años, con los pocos ahorros que tenía y sin contactos, decidió emigrar a
México en busca de nuevas oportunidades. Allí enfrentó nuevos desafíos: la
violencia del crimen organizado y años de precariedad. "Salí escapando un
par de veces de algún antro en Veracruz", relató. Durante ocho años, se
ganó la vida cantando covers en bares, con un sueldo apenas suficiente para
sobrevivir y ayudar a su familia en Chile.
A
pesar de los obstáculos, Laferte logró forjar una carrera musical y alcanzar el
reconocimiento internacional, aunque el camino al éxito estuvo marcado por
nuevos desafíos. En su posteo, revela que años atrás fue diagnosticada de
cáncer y aunque logró recuperarse, la enfermedad dejó secuelas en su salud.
"Tuve
cáncer de tiroides. Me operaron en el sistema público de salud, quedé
con una parálisis facial y no pude mover el lado derecho de mi cuerpo por
dos meses. Aún esto me pasa la cuenta, no siento la cara de mi lado
derecho. Casi me quedé sin voz después de la operación, tuve que aprender
a cantar de nuevo, el doctor me dijo que no podía cantar en 6 meses, pero a los
2 meses volví a los bares, yo tenía que trabajar", detalla en su relato.
A
los 31 años llegó su éxito masivo en la música con un disco como artista
independiente. "Toqué cientos de puertas, viví en sillones, (...) me cagué de
hambre. Tuve depresión, me intenté matar dos veces, he sido alcohólica, me
tuvieron que dar comida en la boca por los temblores de la abstinencia, no
podía ni vestirme sola, pero a las dos semanas me paré y volví a trabajar,
empastillada y aún con depresión, me levanté", dijo.
"He
sido una mujer muy triste, realmente muy triste y lo único que sé hacer es
trabajar, ¿pero saben qué también hice durante todo este tiempo? Yo pinté y
bordé y lloré mientras pintaba, mientras la música me daba para comer, la
pintura me salvaba de toda la mierda que tuve que pasar. Fui a un museo por
primera vez en México a los 30 años, antes de eso no conocía nada de ese mundo,
yo lo veía lejos, sentía que no pertenecía", agregó.
"Tengo
ocho discos publicados, más de mil obras como artista plástica, pero hasta el
día de hoy me siento como una intrusa. Es verdad que hoy tengo un lugar
privilegiado, me volví una burguesa, una nueva rica y sé que no pertenezco y
nunca voy a pertenecer. Entonces pienso, yo jamás podría haberme formado en esa
cola imaginaria porque antes de mí estaban los académicos, los que sí saben
pintar ¿y saben? Yo les encuentro razón de todo lo que dicen de mí, yo a veces
dudo y dudo de todo lo que hago, a veces pienso que todo mi arte es una mierda
y no solo dudo como artista, dudo de mí también como mamá, dudo de todo, porque
siempre me dijeron que no valía y yo me la creí, pero avanzo igual, porque lo
único que sé hacer es trabajar y amar, amar el arte como lo único que me ha
salvado la vida", continuó.
Con
su testimonio, Mon Laferte no solo comparte su historia, sino que reivindica su
lugar en el mundo del arte.
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