Elecciones, inversiones y tiempos turbulentos

Dólares, criptomonedas, latas de atún, plazos fijos, todo parece ser una opción viable para los argentinos que se ven ansiosos por evitar caer en la trampa que genera la inflación y la pérdida de poder adquisitivo del salario.

En las últimas horas el INDEC informó que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de octubre fue de 8,3% y que la inflación anualizada está en el 142%. Números que en los países ordenados del mundo sería una verdadera catástrofe. Aquí también, el problema es que en la Argentina aun no se logra percibir lo grave del asunto.

Divisas, consumibles y más

La volatilidad del dólar en los dos últimos meses hace que cualquier tipo de inversión sea riesgosa. A veces se puede ganar si la opción es haber comprado a precio "pisado" y, sobre todo, si se producen fuertes saltos como los de hace un mes, con un billete norteamericano que llegó a superar los 1.100 pesos en el mercado libre. Pero también se puede perder, si quien busca ahorrar se deja llevar por impulsos y compra en tiempos de precios demasiado altos.

Tradicionalmente los plazos fijos y fondos comunes de inversión, ambos productos financieros de la banca, son instrumentos que, aunque se pierda algunos puntos con respecto a los billetes "gringos", aseguran que el ahorrista no se verá tan impactado por la inflación como si se mantuviese en pesos sin ningún tipo de protección o renta.

Y, si no, siempre está la opción que usan muchas familias con sumo pragmatismo: comprar alimentos y llenar la alacena para anticipar consumo y evitar que los saltos pronunciados de precios afecten al salario real de bolsillo.

Qué pasa con los campos

Hay un sector inmobiliario que no está del todo visibilizado, pero que también reúne las condiciones que se necesitan para resguardar el valor del patrimonio. Si bien suele ser un destino vinculado con un "nicho" particular de la población, no son pocas las familias que alguna vez vieron una oportunidad para diversificar sus inversiones en la tierra y optaron por enfocarse en unidades productivas o campos.

Para esto hay que tener en cuenta que, generalmente, se requiere de algún asesoramiento especializado, si el comprador no posee de experiencia en el segmento. Eso se puede obtener buscando oficinas inmobiliarias o brokers que trabajen ese tipo de productos. Lo otro que también es aconsejable, antes de la toma de decisiones, es el momento en el cual se puede entrar o salir del negocio.

En el campo, los propietarios tienen algunos indicios para detectar esos tiepos. Si bien no existe un momento específico perfecto para vender, hay ciertos períodos que suelen ser más propicios. Los meses de abril y mayo, después de la cosecha, son momentos en los que los propietarios tienen una mejor idea de su rendimiento y pueden tomar decisiones informadas. Octubre y noviembre, cuando se planea una temporada productiva exitosa, también pueden ser momentos estratégicos.

"Los propietarios de campos y estancias deben considerar una serie de factores clave al evaluar el momento adecuado para poner sus propiedades en venta. Más allá de las condiciones económicas, es esencial comprender la función del campo dentro de su patrimonio y las metas a largo plazo. Si la propiedad representa una parte significativa del patrimonio y no genera suficiente renta, vender y diversificar puede ser una opción inteligente. Además, la continuidad familiar y los herederos también deben ser parte de la ecuación. Con esto quiero decir que la decisión de venta tiene más que ver con una determinación de un análisis de la situación de cada persona" señaló Federico Nordheimer, director general de Nordheimer Campos y Estancias, inmobiliaria con amplia trayectoria en ventas de campos y estancias.

Como se puede ver, hay opciones y oportunidades si se tiene el dinero en la mano y la voluntad de abrirse a nuevos panoramas. En el mundo de los negocios, no todo es dólar, plazos fijos, fondos de inversión. También existen productos menos difundidos pero que, a la larga, pueden ser una opción nítida para quienes quieren resguardarse de los avatares de la economía y la política, en tiempos de turbulencia generalizada.