29/05/2024

opinion

Entre la paz de mayo y la turbulencia del invierno

Milei ha dejado atrás la pelea con Pedro Sánchez y se concentra en la actividad política en el exterior, mientras que el equipo de gobierno debe agudizar el ingenio para contrarrestar los efectos de la ruptura de los precios que puede ser la suba de las naftas.

Por
Matías Frati

Junio va a ser un mes raro, apunta a romper la tranquilidad que el Gobierno logró cosechar entre abril y mayo. La falta de acuerdo macro a nivel de política nacional con la que los oficialistas soñaban dejó una primera consecuencia a la vista: la suba del blue en la última quincena del mes.

¿La escapa del blue es política?

Veamos una cuestión conexa del ritmo del dólar en los últimos días. Subió el segmento paralelo al compás de que no se concretó el Pacto de Mayo que el Gobierno tenía previsto para encausar la cuestión política de cara a los próximos meses. ¿Tienen vinculación una cosa con la otra?

Nueve de cada diez analistas podrían negar esa hipótesis. Sin embargo, no es mi caso. Creo que tiene sentido lo que ha pasado en el último mes, más allá de que también es verdad que avanzado el primer semestre del año, el ingreso de liquidación de divisas va mermando.

En función de lo político hay que relevar expectativas del mercado en base a una estabilización económica. Esto se dio en los primeros seis meses de gestión del Gobierno de Javier Milei. Si recordamos en qué condiciones asumió el mandato el 10 de diciembre pasado y de qué manera se fueron acomodando las variables económicas, no caben dudas de que hubo un fuerte trabajo de estabilización de las variables macroeconómicas.

La reducción del déficit, fuertemente, permitió esa estabilización, que se consolidó con la acumulación de reservas que el Banco Central de la República Argentina pudo llevar adelante, por un lado, recibiendo divisas de los principales complejos exportadores, y por el otro regulando la salida de dólares en el cumplimiento de los pagos de importaciones de las empresas.

En enero pasado, no eran muchos los que confiaban que a esta altura del año estaríamos con una reducción considerable de la inflación, bajando desde 25,5% de diciembre a 8,8% de abril. Y con una sostenida tendencia a la baja.

Ahora bien, ¿y lo político? Está latente y a la vuelta de la esquina el déficit de margen de maniobra propia que tiene el Gobierno. Porque al no contar con un fuerte músculo en las provincias, que están en manos de las dos fuerzas principales de la oposición -peronismo y radicalismo más PRO- las chances de gestionar de forma vertical se dificulta.

La muestra fue el 25 de mayo, para el que estaba preparada una fiesta de relanzamiento de gestión que no pudo celebrarse al no poderse firmar ese acuerdo o pacto con el que soñaban los armadores de La Libertad Avanza. Con una fuerte resistencia del peronismo kirchnerista en la provincia de Buenos Aires, donde el Gobernador Axel Kicillof no atraviesa la mejor performance en el segundo mandato de gestión, pero intentará sostener el capital político del espacio para llegar con chances de recuperar algunos legisladores en las próximas elecciones de 2025.




Las tasas ayudaron

Entonces, con esos elementos sobre la mesa, las miradas de los operadores económicos se tradujeron en síntomas de preocupación para la cuestión monetaria, donde el dólar en el segmento paralelo subió más dinámicamente de lo que lo hizo el oficial, que, aunque también se devaluó lo hizo en menor medida en comparación con el blue.

El otro punto que resonó de forma disruptiva en las grandes cuentas fue la reducción de las tasas de interés. Veinte puntos porcentuales en menos de un mes fue demasiado, para una "patria financiera" acostumbrada a vivir de la renta bancaria. Ubicar la tasa de interés de política monetaria en 40 puntos porcentuales fue una jugada audaz, pero tiempista: no podría ser ejecutada más adelante, por el menor ingreso de divisas, por lo que el "colchón" para hacer frente a esta decisión era ahora o quizás nunca.

¿Qué no cayó bien? Era de esperar. Los ahorristas respondieron con un goteo de capitales que se va a ir notando en las próximas semanas al calor de los informes que se vayan conociendo desde el Banco Central de la República Argentina. Y esos pesos que estaban descansando o durmiendo la siesta, claramente fueron a buscar el vértigo del billete norteamericano elevando la demanda y llevando el precio a un nuevo techo.



¿Qué hay que esperar?

Si todo transcurre como parece que va a suceder, la próxima semana tendrá dos datos importantes y para contrastar: la suba de los precios de los combustibles, que se dice será fuerte y de dos dígitos, con una segunda vuelta sobre los precios relativos de la economía -por un lado- y la difusión de las consultoras privadas que volverán a arrojar "flores" a la política económica, con índices propios de inflación que volverán a registrar bajas.

Todo esto sirve, especialmente, para las expectativas y el humor social. Si las mediciones dan bien las expectativas empresariales se calman, pese a que las pymes sufren diariamente la acuciante realidad de las tarifas y la caída de ventas del año. Y si la gente nota que los precios de los alimentos se controlan y no suben demasiado, el humor social se tranquiliza.

Con ambas oportunidades sobre la mesa, el Gobierno tiene que poner la cabeza en el mayor capital político que todavía tiene: el respaldo popular. No desaprovechar esa carta blanca que la sociedad todavía le conserva, es el acto de inteligencia más prolongado que una gestión con tantas fuerzas políticas en contra acumula y que debe capitalizar ese respaldo para sostener el cambio que le ha planteado a la gente durante la campaña.

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